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Inmigración y Salud Psicosocial

La inmigración puede ser una experiencia dura y dolorosa. Pero también puede suponer una vivencia positiva

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5 mins
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Imagen: Sandra Keil

Esta es una memoria de la conferencia del 30 de Agosto de 2012 en el Edgewood College, Washburn Heritage Room, Madison, Wi. Estados Unidos

 Leer Inmigración y Saud Psicosocial (PDF): 1 pdf1

El proceso migratorio implica una transformación en la persona que emigra, pero también en el sistema familiar y social, afectando de maneras distintas a los países de origen y de destino. Conseguir equilibrar los dos mundos es uno de los mayores logros y consiste en la posibilidad de combinar la capacidad de ser receptivo y permeable a la diversidad cultural, sin perder la propia identidad.

El proceso migratorio consta de diversas etapas y momentos, que no se pueden generalizar a todas las personas, de una manera absoluta. Sin embargo, estudios realizados en los últimos años en España y en otros países, muestran cómo existen ciertas variables comunes que determinan en gran medida la experiencia migratoria de un número significativo de personas emigradas.

Por ejemplo, vemos cómo el proyecto se concentra, en la mayoría de los casos, en el mejoramiento de la calidad de vida. Traducido a situaciones particulares, encontramos motivaciones relacionadas con las oportunidades académicas, con un mejor nivel socioeconómico, futuro para los hijos, cultura, vivienda, tiempo libre, trabajo y satisfacción laboral.

Con estos objetivos, la permanencia definitiva no se suele tomar en cuenta en un principio, sino que se tiende a poner un plazo para la vuelta. Yo siempre he pensado que este plazo es lo que permite la salida, pues posiblemente sin este límite de tiempo, el estrés que supone la migración sería demasiado desgastante, en un momento en que se necesita precisamente toda la fuerza existente para actuar.

A partir del proyecto, la realidad de la migración se hace más evidente y es en ese momento cuando empieza a desarrollarse una mezcla de sentimientos contradictorios, que son experimentados también por el grupo social, pero que suelen ser acallados o censurados. Por el contrario, la misma preparación del viaje, así como los eventos sociales tradicionales (despedidas, celebraciones…), ayudan a mantener una cierta inconsciencia frente a estos sentimientos, que pueden resumirse en esperanza y miedo al fracaso, amor y desamor por el país de origen en el que se nació y se creció, pero que no siempre ha cubierto las necesidades, así como el dolor de dejar a los seres queridos y, a su vez, la ilusión por lo nuevo y desconocido.

Por lo tanto, el proyecto contiene una cantidad de estrés que muy frecuentemente se incrementa al llegar al país receptor, cuando se empieza a rectificar el proyecto y a replantear sus bases con la referencia de la nueva realidad.

Es entonces cuando se hace necesario un proceso de adaptación, cuya duración e intensidad depende de varios factores, como veremos más adelante. Pero tomemos en cuenta que la adaptación no es una línea recta ascendente, como no lo es ninguno de los procesos vitales. En este nuevo proceso, son comunes las sensaciones de miedo y confusión, y esto es comprensible dado que las referencias espacio-temporales conocidas han cambiado. Además. la ambivalencia condiciona la percepción y se vuelven a experimentar mezclas de sentimientos, de alegría por haber conseguido llegar al destino y de tristeza por el coste emocional que ha supuesto alejarse del país de procedencia, la añoranza y los deseos de volver y las nuevas experiencias en el país receptor.

Es en este momento cuando se empieza a manifestar el duelo migratorio. Si después de un tiempo no se logran cumplir los objetivos, se dice que ha fracasado el proyecto migratorio, expresado este fracaso de diferentes formas como son las dificultades que impiden la adaptación, la insatisfacción de las necesidades básicas, el poco desarrollo laboral, una vivienda inadecuada, así como la baja calidad laboral respecto a la formación y las capacidades. A nivel afectivo, aparecen desmotivación, sentimientos de soledad, anhelo, depresión, baja autoestima y síntomas psicosomáticos, que afectan la vida cotidiana y que funcionan como un círculo vicioso, influyendo en la calidad de vida individual, familiar y social.

Entonces, la migración tiene una parte de ventajas y beneficios, así como una serie de dificultades. A la parte “problemática” que tiene la migración, se le denomina Estrés o Duelo migratorio.

El duelo migratorio es un complejo proceso de reorganización de la personalidad al que debe hacer frente la persona para adaptarse al cambio migratorio. La migración es muchas veces más una solución que un problema, pero es una solución que encierra, a su vez, una parte de problema. Por su parte, el duelo migratorio es un proceso complejo, condicionado en gran medida por las circunstancias personales y/o sociales que, si son problemáticas, pueden incluso llegar a desestructurar a la persona.

Pero la migración no es en sí misma una causa de trastorno mental, sino un factor de riesgo, y sólo si se dan las siguientes situaciones: Si existe vulnerabilidad, es decir, si la persona no está sana o padece discapacidades; si el nivel de estresores es muy alto, por ejemplo, si el medio de acogida es hostil; y por último, si se dan ambas condiciones.

El psiquiatra Joseba Achotegui ha elaborado una sistematización de la situación migratoria, que ha servido de base en los últimos años para diferenciar los síntomas derivados de la experiencia migratoria, de otras reacciones psicológicas y somáticas relacionadas con otras circunstancias. Achotegui ha definido los duelos de la migración de la siguiente manera:

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