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Los Hijos ante el Divorcio

El divorcio no es una solución feliz para los hijos, pero comparada con las opciones que quedan cuando la pareja no quiere, o no puede continuar su relación amorosa, tampoco significa el peor de los males

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El antes, el durante y el después de la separación de la pareja, genera sentimientos diversos que muchas veces acaban confundiendo hasta al más radical, pues se movilizan aspectos de toda la historia personal que resultan realmente difíciles de gestionar. Si esto es así para dos personas adultas que, por lo que sea, han elegido tomar caminos diferentes, podemos comprender que cuando hay niños involucrados en el proceso, las cosas pueden tornarse bastante más complejas de lo que serían si solo afectaran a los dos miembros de la pareja.

Durante mucho tiempo, y aún ahora en ocasiones, las parejas intentaban aplazar, o incluso desechar la decisión del divorcio, argumentando su preocupación por las consecuencias que esto tuviera en los hijos. Sin embargo, diversos estudios han ido demostrando que, aunque evidentemente no resulta un camino llano, las consecuencias de una convivencia con padres que no se llevan bien, acaba siendo aún más perniciosa para su desarrollo. Así pues, el divorcio no es una solución feliz para los hijos, pero comparada con las opciones que quedan cuando la pareja no quiere, o no puede continuar su relación amorosa, no significa el peor de los males. Y aún así, si los padres son capaces de llevar el proceso de una manera saludable, las consecuencias negativas en los hijos pueden ser mitigadas con éxito.

Es por esto que, si estás pasando por una separación o un divorcio, se hace imprescindible que tú y tu expareja, así como el entorno social que los rodea, tengan un conocimiento suficiente para enfrentar la situación, en lo relacionado con las posibles dificultades y los cambios que vivirán tus hijos, y que tendrás la responsabilidad de ayudarles a abordar, además de lo que te suponga personalmente la ruptura de tu relación de pareja.

Los niños no son todos iguales, ni funcionan de la misma manera. Y su capacidad para enfrentar las dificultades depende de su momento evolutivo. Obviamente no puedes tratar el tema de la misma manera con un adolescente que con un niño de ocho años o uno de tres. Cada uno necesitará que se le trate de acuerdo con su grado de madurez intelectual y emocional. Pero eso sí, hay que tomar en cuenta que, independientemente de su edad o de su carácter, los hijos tienen dos necesidades imperiosas ante la situación del divorcio de sus padres: la de seguridad y la de libertad de expresión de las emociones. Por esto, dar demasiadas explicaciones no suele servir de mucho. Realmente lo que necesitan escuchar no es una serie de por qués sino una sincera demostración de que, pase lo que pase, sus padres seguirán siendo eso, padres, ya sea juntos o separados. Este es un mensaje que deberá ser continuo y que hará falta reforzar durante mucho tiempo y, por supuesto, más allá de las palabras, debería ser coherente con tus actitudes y con las de su otro padre o madre.

Pero, ¿cómo ayudar a los niños a vivir saludablemente este proceso? Hay cuatro aspectos que me parecen imprescindibles: 

1. Ayudándoles a enfrentar la realidad

Como te decía, es necesario respetar la expresión de las emociones en los niños. Pero esto no queda aquí, pues también es importante ayudarles a gestionarlas. No es saludable negarlas, pero tampoco dejarlas salir y estar sin más, creando un caos que puede ser realmente angustiante. Es importante escuchar y empatizar con esas expresiones, y hacerle ver a tu hijo/a que entiendes cómo se siente, y que tratarás de ayudarle para que el dolor sea cada vez menor, como efectivamente así será.

En este proceso de ajuste, de miedo y desilusión, no resulta entonces conveniente hablar de una posible reconciliación (aunque te la plantees), ya que en este momento se trata más bien de asumir una realidad que, aunque dolorosa, ha de ser aceptada. Por esto mismo, como en otros procesos de duelo, tampoco resulta conveniente decir a los niños que «todo va a salir bien». Esta frase puede afectar la confianza pues, para los niños, que «las cosas salgan bien» significa que papá y mamá estarán juntos de nuevo. Por lo tanto, no tiene sentido alimentar este tipo de expectativas.

Los rituales, por su parte, son una forma de seguridad protectora para los niños. Por eso es necesario que cumplan con las reglas de siempre y que disfruten de las mismas actividades de antes. No hacerlo no solucionará nada, al menos de forma permanente.

De nuevo, se trata de aprender a enfrentar la situación, no de negarla o de apaciguarla con «momentos excepcionales».

En ocasiones, cuando no saben expresar directamente las emociones, los niños pueden manifestar diversos síntomas, como por ejemplo conductas regresivas (chuparse el dedo, volver al biberón, mojar la cama…), de reacción o comportamentales (rabietas, pesadillas, apatía, manipulación, fracaso escolar…) o psicosomáticas (gripes continuas, infecciones, problemas estomacales…). Y a veces hay reacciones que resultan engañosas, como una excesiva madurez, que te hará pensar que tu hijo/a resultó más inteligente que los demás, o una obediencia poco apta para niños!!. Más allá de lo que esto te guste o te preocupe, analiza con cuidado y mira si estas reacciones están comunicando algo más y, si es así, antes de regañarle, culparle o celebrarle, valdría la pena ayudarle a elegir maneras más adecuadas de expresarse, evitando que estas reacciones se conviertan en la forma preferente de enfrentar las dificultades, en perjuicio de su espontaneidad y de la vivencia plena de su infancia.

2. Diferenciando lo que corresponde a los niños y lo que hace parte de la pareja

Es muy común que los problemas que se enfrentan entre las parejas en proceso de separación o divorcio se trasladen a los niños, a veces sin siquiera darse cuenta. Por eso es preciso prestar una atención especial en este tema ya que, aunque no se les acuse directamente, muchas veces se les acaba cargando los platos rotos. Mensajes como «nos separamos para que seas más feliz«, o «si estás triste así, volveré a estar con tu mami/papi«, son inmensamente cargantes para ellos y con éstos, se les atribuye una responsabilidad que no tienen de ninguna manera, sembrando solamente más caos e inseguridad.

Algunos autores comentan cómo es frecuente encontrar que los niños se conviertan en una especie de herramienta de batalla entre dos padres que no saben enfrentar su divorcio. Esto rara vez se hace de manera deliberada, pero hay ciertas actitudes que lo comprueban, bajo el manto de la protección y el supuesto amor a los hijos. Digo «supuesto amor», porque más que amarlos se les utiliza, y una cosa no puede coincidir con la otra.

Esto se ve, por ejemplo, cuando se culpa al otro padre, o a su familia/amigos de la separación, enfrente del niño. O cuando uno de los padres se autoculpa, creando un ambiente de angustia y autocompasión, o cuando se le prohibe hablar del otro padre/madre en su presencia. O simplemente, cuando el motivo de la baja tolerancia a llantos, gritos y otras expresiones propias infantiles, tiene más que ver con el malestar de la separación que con la expresión en sí misma.

Recuerda que los niños tienen su propio proceso evolutivo, y la separación de sus padres es sólo una de las dificultades que tienen que sortear en este momento.

En fin, aunque sea inmensamente doloroso ver cómo tu hijo/a se va con su padre/madre mientras tú te quedas recogiendo platos y habitaciones o, al contrario, cómo le deja en casa después de una visita para volver a la soledad de tu nuevo hogar de soltero/a, tienes todo el derecho de sentirte infeliz, pero tendrás que reconocer que ese es tu problema, y no el de tu hijo. A veces, los niños, que son como esponjas, notan el bajo ánimo de quien se queda sin ellos a la hora de una visita, y es común que sientan un conflicto intenso entre la tristeza de un padre/madre y la alegría del otro/otra. Es a estas situaciones a las que los niños reaccionan con manifestaciones indirectas, aunque no sean inmediatas al momento del conflicto.

3. Haciendo un adecuado proceso de separación

Hasta ahora nos hemos dedicado a los niños y sus necesidades, pero no puedes olvidar que tú también estás pasando por un cambio, bastante incómodo, por cierto. Realmente, la mejor forma de proteger a los niños, aparte de conocer su desarrollo evolutivo y las posibles situaciones que tendrán que enfrentar, es la gestión de los padres de sus propias emociones frente al divorcio o la separación. Suelen existir sentimientos encontrados: por una parte, el alivio por el fin de una convivencia insostenible, por otra, una mezcla de tristeza con sentimientos de culpa, soledad y aislamiento.

Reconocer estos sentimientos es un buen comienzo, y procurar una manera de abordarlos es un paso grande. Poco a poco, se irá armando la nueva forma de vida, y aunque el primer momento parezca insufrible, así como sucede con los niños, el dolor y el malestar irán pasando, con el tiempo.

Seguramente aparecerán dudas y preocupaciones, a veces intrusivas, acerca de tu efectividad como padre o madre en esta situación, o tal vez sobre la capacidad para responder a las nuevas exigencias de tiempo, económicas o personales, en un momento ya difícil individualmente. Posiblemente te preguntarás también cómo abordar la integración de nuevas parejas, o de cambios de residencia, por ejemplo. 

Cuando vivimos situaciones de estrés, puede pasarnos que preguntas e inquietudes de este tipo se agolpen en la mente exigiendo respuestas claras e inmediatas. Pero que la respuesta llegue así sucede pocas veces, o para ser más sincera, nunca, a no ser que te valgan respuestas de cajón. Si eso no es lo que deseas, y eliges por ser protagonista de tu situación, entonces tendrás que darte tiempo y espacio, y darle a cada necesidad su solución posible, a medida que se vayan presentando las dificultades concretas. Recuerda que no se pide de tí (y tus hijos los que menos) que seas superman o superwoman. Sólo que seas humana/o, es decir, que puedas vivir tu proceso sinceramente, con todo lo que trae.

4. Pidiendo ayuda cuando sea necesario

Es importante crear un nivel de comunicación adecuado entre tú y tu expareja, para que los dos esten informados sobre la evolución del niño/a y la forma como está gestionando las dificultades. Esto suena bien, pero a veces no es posible cuando la relación está dañada hasta el punto de no poder ponerse de acuerdo, ni siquiera en favor de los hijos. Es aquí cuando entran en juego peleas por la custodia, y otras formas de agresión que pocas veces tienen que ver realmente con los niños, pero en las que se les involucra directamente, llegando a veces incluso a los juzgados. Estos casos suelen ser devastadores para todos, y hay que intentar no llegar a ello en lo posible.

Aparte de este caso extremo, se pueden experimentar situaciones en el proceso de divorcio, que requieren un apoyo extra, ya sea para los niños/niñas, para el padre o para la madre. Por ejemplo:

  • Cuando no se sabe cómo actuar frente a las diferentes reacciones de los niños (regresiones, comportamiento, miedos, etc.).
  • Cuando el cansancio, la confusión o el propio duelo llegan al punto de agotar la fuerza emocional, ocasionando estados depresivos más o menos permanentes.
  • Cuando la rabia o el resentimiento por el daño recibido por parte de la expareja, dificulta el establecimiento de nuevas dinámicas de vida saludables para los hijos, con presencia del otro padre/madre.
  • Cuando, a pesar de que los niños sufren un daño o peligro claro en presencia del otro padre/madre, no se les protege por miedo a enfrentar a la expareja.

Entonces aunque el divorcio o la separación no sean soluciones felices para nadie, y menos aún para los hijos, ya que se presentan pueden convertirse en una oportunidad para transmitirles actitudes y valores imprescindibles para la vida.

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