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El Chiste, cuando en vez de Reír hace Llorar

El chiste inocente nos ayuda a descargar tensiones. El tendencioso corre el riesgo de causar daño. Cuando el chiste hace llorar y no reír.

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6 mins
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Foto: «V for Vendetta» – William Droops

Qué bueno, qué sano es el sentido del humor. Hace que la vida sea más llevadera, que se desdramaticen los problemas, que se libere el cuerpo y se relajen los músculos. La comedia, la caricatura, la comicidad cumplen una importantísima función social al abrir un resquicio frente a la impotencia y a la frustración en un sistema que se empeña en no cambiar.

Pero hay chistes y chistes. A cualquiera le ha pasado que, en esa sintonía en que se supone que hay que reír, un chiste o una broma parecen más bien un insulto. Y eso confunde. Por alguna razón, más que ganas de reír surgen otras emociones más parecidas a la rabia, la vergüenza o la tristeza.

¿Por qué sucede esto?

Desde los tiempos de Freud hemos sabido que el chiste puede contener intenciones inconscientes que poco tienen que ver con la alegría o con las ganas de agradar. Pero, como no es necesario ir de extremo a extremo, esto no quiere decir que todo chiste sea malintencionado. Los hay de unos y de otros.

Está el chiste que no tiene un propósito específico, que no busca nada más que expresar la ocurrencia. Es el chiste inocente, que todos queremos escuchar y que se aprovecha de los juegos de palabras o de los recursos mentales. Y está el chiste tendencioso que, usando las mismas estrategias del chiste inocente, sí tiene un propósito, que suele ser el de expresar algo de una manera socialmente aceptable.

Esta estrategia del inconsciente puede resultar liberadora pero, así como en ocasiones nos ayuda a descargar tensiones, otras veces corre el riesgo de causar daño a quien la recibe, como es el caso de jugar con nombres propios para lastimar la dignidad o el honor de alguien, por ejemplo.

¿Cómo saber si un chiste es inocente o tendencioso?

Hay varios criterios a los que podemos acogernos pero, a efectos prácticos, resalto los siguientes:

  • La risa. Precisamente la risa. Es curioso darse cuenta de que el chiste inocente produce fácilmente un gran placer y una risa tan real como moderada, muy diferente de la risa gritona y estruendosa del chiste tendencioso. Los psicoanalistas saben muy bien que el chiste tendencioso goza de la entrada sin barreras a territorios de placer vetados para el chiste inocente. Pero así como hay chistes y chistes, hay placeres y placeres. Porque es muy diferente reírse de la ocurrencia por un juego ingenioso de palabras que de la cara de desconcierto del compañero de colegio cuando le llaman «rata».
  • La expresión no verbal. Aquí aporta gran claridad la explicación que hace Wilhelm Reich cuando habla de la resistencia caracterológica, diciendo que esta no se expresa en el contenido de lo que se dice sino en el comportamiento general, en los gestos, en la manera de decir las cosas y en actitudes como la burla y la altanería, entre otras.
  • La sensación. Si un chiste no hace gracia no es necesario reírse. Así de claro. Si uno se siente mal, como si en vez de estar recibiendo una broma estuviera recibiendo una paliza, hay algo que no está siendo lo que parece y esas sensaciones hay que seguirlas hasta encontrar un sentido.

Los chistes tendenciosos suelen tener dos intenciones que se esconden detrás del telón de la gracia: o la obscenidad fruto de la represión sexual, o la hostilidad en sus modos de agresión, sátira o defensa. El cuadro es interesante ya que necesita de, al menos, una tercera persona que cumple el importante rol de recibir el placer.

Es la típica situación del hombre que dispara comentarios de tono sexual denigrando a la mujer que está presente, para que el amigo se ría. Ya suele ser de mal gusto la actitud y la cosa se complica mucho cuando a la propia mujer le parece que la mejor salida de la agresión es reírse ella también.

Esta es la dinámica, en líneas generales. El motivo particular por el que este hombre necesita denigrar a la mujer habría que analizarlo en otro espacio, ya que generalizar las intenciones también puede resultar tendencioso y, como sabemos, el carácter de este blog dista mucho de los análisis fáciles y más bien salvajes.

Pero el que más me interesa por su gran número de adeptos actualmente, es el chiste al servicio de la tendencia hostil. Ya sabemos que no es de buen recibo ir por ahí insultando a la gente y que socialmente hay ciertas normas, a veces bien exageradas, que limitan la expresión de la rabia. Entonces, ¿qué salida queda? ¡Pues la broma! Es la forma aparentemente menos peligrosa para expresar la hostilidad hacia otra persona. Es socialmente aceptable y se supone que nace del buen humor. Además, en caso de que al otro o la otra se le ocurra enfadarse, el o ella es quien queda mal ante el chistoso y ante el mundo entero, ya que no está mostrando ninguna intención de pasárselo bien, «¡que la vida son 3 días!».

Realmente es una buena coartada eso de la broma hostil. Por medio de desprecios y denigraciones en tono cómico se puede atacar con la misma virulencia que una espada bien afilada

Esto es muy fácil que pase con personas o grupos vulnerables. Los chistes de discapacitados, mujeres, negros, homosexuales, inmigrantes o pobres, están a la orden del día y lo más sorprendente es que hay miles de personas en el mundo que se siguen riendo de esto.

Entonces, ya sea la vida 3 días o 99 años, estaría bien afinar un poco y darse cuenta de lo que sale por la boca. La comunicación, en su sentido más amplio, es el medio para descubrirnos unos a otros en la compañía, en el conflicto, en la complicidad, en el odio o en el amor. Hacerse cargo de las emociones incluye la consciencia y, desde ahí, la gestión de estas. Nunca es tarde para establecer relaciones transparentes, en las que la risa, el ingenio y la alegría nos ayuden a encontrarnos y a disfrutar de la vida en común.

Gracias por compartir este artículo

3 comentarios en «El Chiste, cuando en vez de Reír hace Llorar»

  1. Dr.Miguel Angel Falero Mercadal
    consultoria particular en consultorio propio e ICAPU

    Es bueno recordar también todo el contenido interno (creencias, mitos, tabúes etc.) que tiene el receptor; por más que el chiste sea sin intención maliciosa puede no ser receptado de la misma manera a raíz de los contenidos internos del otro. Sin conocer al receptor nunca sabremos cuando podremos herir con el chiste más ingenuo, es muy delicado todo el tema de la comunicación y debemos tener el mayor cuidado en manejarlo para poder mantener una relación social armónica y cordial con nuestros pares, sin herir suceptibilidades.

    María Clara Ruiz Martínez
    Psicóloga – Psicoterapeuta

    Muchas gracias Miguel Angel por tu comentario. Efectivamente es así. Lo había pensado, pero me es imposible cubrir todo el contenido en una única entrada. Me alegra que lo hayas completado tu.

    Dr.Miguel Angel Falero Mercadal
    consultoria particular en consultorio propio e ICAPU

    También creo que pasa por lo que llamamos buen gusto y corresponde a saber cuándo dónde y cómo podemos realizar tal o cual chiste, broma o ocurrencia, ubicarnos en la situación y adecuar nuestra comunicación y nuestro comportamiento al momento dado y al lugar donde se da y hacia quienes va dirigido, donde entran en juego cultura, educación, nivel social, religión ( creencias), etc.Creo que hay que tener mucho cuidado con esto…

  2. Y también el chiste nos dará la pauta de tantas otras cosas que podrán hacernos confiar o mantener prudente distancia de aquél que lo diga. En fin, es como una pre-entrevista que podemos mantener con un paciente que nos llama por teléfono para ponerse en contacto por primera vez. Así lo creo; bueno, y a ustedes que les parece? Saludos a todos. Patricia.

  3. Al último comentarío yo añadiría que si hay chistes o bromas que tienes que pensar si decir o no en un lugar o momento determinado, es porque sabes que en el fondo son insultos.

Los comentarios están cerrados.

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