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Las Mil formas de hacer las mismas Cosas

Permitámonos el lujo de navegar por aguas desconocidas...hay mil formas de hacer las mismas cosas

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4 mins
respeto-por-la-diferencia

Siempre me ha llamado la atención la contundente seguridad de cada uno/a de nosotros/as acerca de cómo se tiende una cama. Podríamos pasar horas discutiéndolo y nunca llegaríamos a ponernos de acuerdo. Y a no ser que pertenezcamos a la afortunada parte de esta población que concibe como inútil hacer la cama por la mañana para volver a deshacerla por la noche, nos disponemos a ejercer la tarea diaria con la absoluta certeza de que la hacemos “como debe ser”. 

De pronto sale el tema en una conversación distendida que pocos minutos después arde en llamas, cuando alguien se atreve a opinar que las sábanas hay que tensarlas muy bien y meterlas debajo del colchón o que es mejor dejar el edredón ventilándose para que se vayan los ácaros mientras estamos en la ducha, que hay que doblar la manta para que las almohadas formen una graciosa figura o cuál es el lugar exacto en el que hay que colocar los cojines.

Me sorprenden y a veces me divierten estas discusiones, especialmente por las certezas sobre algo que puede ser hecho de cualquier manera sin consecuencias importantes.

¿Mi forma es «LA» forma?

En una escala de mayor riesgo pero igualmente entretenida, están los “sabios consejos” de los espectadores a la hora de hacer una paella. De un momento a otro los agradecidos invitados  se convierten en exigentes jueces que debaten si la carne ha de estar más o menos hecha, si el arroz debe ponerse antes o después, si se le ha puesto poca o mucha sal y por alguna razón que desconozco cada cual siente que su manera es la que “debe ser”. Por suerte, después de aquellas intensas discusiones sólo queda lo importante: la amistad y el hambre, para disfrutar de los mejores momentos alrededor de una comida compartida en la que las risas ahogan las certezas.

¿Cómo se tiende una cama? ¿Cómo se hace una paella? ¿Cómo se limpia una casa? ¿Cómo se hace una compra? Son preguntas cotidianas con infinitas respuestas posibles y válidas y que –a no ser que vivamos en un mundo de fantasía cuyo lema es “MI forma es LA forma”– dan exactamente igual si la satisfacción, la comodidad o la seguridad acompañan el resultado.

Más allá de camas y paellas

Pero como sabemos, la cotidianidad no sólo se compone de tender camas o de hacer paellas para amigos y amigas.

La cosa se complica cuando, con la misma estructura mental, pensamos que nuestra forma es “La forma” respecto a otras diferencias como son las identidades culturales, las elecciones sexuales, las preferencias políticas, las maneras de hacer el trabajo o las diferentes decisiones que tomamos a lo largo de la vida en el plano individual

El que la manera anglosajona de algunos/as les obligue a tomar distancias con los demás no tendría por qué anular la forma de un/a caribeño/a que disfruta abrazando a todo lo que palpite. Quien trabaja a un ritmo atropellante podría darse un respiro para respetar a quien va de una manera más lenta, pero igual de eficaz. Quien opina que las ideas de un partido político son las más acertadas tiene todo el espacio social para expresarlas, tanto como quien opina lo contrario.

No podemos pretender que todo el mundo haga las cosas como las hacemos nosotros/as. Parte de la gracia de la convivencia reside en la riqueza de las diferencias y no respetarlas no supone un gran desastre a la hora de decidir cómo se hace una cama, pero sí puede causar serios daños morales cuando se trata de aspectos más complejos como la identidad o los ritmos individuales. Pretender uniformar a los demás no sólo es imposible, sino además violento e innecesario.

Permitámonos el lujo de navegar por aguas desconocidas. Si naufragamos siempre aparecerá alguien que nos de una mano y nos sorprenderá descubrir en ese alguien diferencias tan radicales como nuestras certezas.

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