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Evitando Conflictos… Las Defensas del Carácter

Cada cual con su carácter asume o evita los conflictos. Cada cual los afronta o los deja de afrontar, para crecer con ellos o para aumentar su incapacidad de vivir

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4 mins
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Guerra, violencia, discordia. Eso es lo que la mayoría de las personas entienden cuando aparece la palabra “conflicto”.  Y como insistimos en querer ver solamente una cara de la moneda, se intenta evitar a toda costa para dejar salir solamente lo que entendemos como “feliz”, aunque la felicidad esté permanentemente cogida con pinzas. 

El conflicto no es agradable, tampoco lo vamos a idealizar. Es incómodo y cuando se asume con consciencia viene acompañado de emociones que nada se parecen a las de una fiesta por mucho tiempo deseada. Pero ahí está, presente en las relaciones personales y en el interior de uno mismo, esperando a ser resuelto.

Nos hemos convertido en especialistas en la evitación de los conflictos. Para ello usamos diversas armas disponibles que el carácter abastece de manera inconsciente, como una solución inmediata para mantener la ilusión de estabilidad que tanto nos gusta

Pero esto conlleva una trampa y es que los atajos proporcionados por el carácter nos harán llegar, tal vez antes y aparentemente bien librados, pero no por ello enteros. Lo que no se ha resuelto sigue resonando en nuestro interior y continúa corroyendo las relaciones, aunque no lo veamos.

Para evitar conflictos la creatividad no tiene límites. Veamos algunos usos y costumbres:

  • Estoy solo/a, no tengo pareja y me aíslo de la vida social. Así no tendré que afrontar el rechazo, el abandono, la decepción. 
  • Tengo dos opciones y no me siento capaz de elegir. Entonces no elijo ninguna y que sea lo que tenga que ser (Ver: Decisiones Trascendentales… Aunque no elijamos, elegimos)
  • Lo que dice esta persona no me gusta, pero haré como que no me importa, así no se enfadará conmigo.
  • Lo que hace esta persona me hace daño, pero actuaré sentimientos positivos hacia ella para que en un futuro prefiera tratarme mejor.
  • Lo he pasado muy mal cuando me hizo esto, pero esta mañana cuando le vi, le saludé como si no hubiera pasado absolutamente nada.
  • Anticipo actitudes que creo que le gustarán, para que no tenga que reprocharme nada.
  • Voy con la sonrisa puesta a todas partes, aunque no tenga ganas de reír. Ya lloraré y rabiaré cuando esté a solas.
  • Digo algo y cuando se me cuestiona, cambio las palabras e intento convencer que no dije lo que sí dije.
  • Reacciono con violencia antes de escuchar, para neutralizar con mi agresividad los posibles desacuerdos que me transmitan.
  • Me encierro cuatro días en mi habitación o en mi silencio, pongo un muro infranqueable entre el mundo y yo, así nadie se atreverá a decirme nada.
  • No me gustó lo que sucedió aquella noche, pero se lo digo a todo el mundo menos a la persona indicada. 
  • Sé que tengo un bloqueo en la expresión de mis emociones, pero en vez de hacer un trabajo personal consciente, me voy a beber cerveza hasta que me caiga, a ver si así me desinhibo.

Cada cual con su carácter asume o evita los conflictos que inevitablemente se presentan en el camino. Cada cual los afronta o los deja de afrontar, para crecer con ellos o para aumentar su incapacidad de vivir con sigo mismo y con los demás. Cada cual recibe sus consecuencias, ya sea tomando consciencia o lamentándose por lo mal que le va en la vida.

De cualquier manera los conflictos seguirán existiendo y luchar por extinguirlos va a resultar infinitamente más desgastante que aprender a gestionarlos. Resultará entonces más económico –energéticamente hablando– sacarlos a la luz, ventilarlos, elaborarlos y construir relaciones más transparentes.

La vida no deja de ser bonita por atrevernos a afrontar los conflictos. Deja de ser bonita cuando no nos creemos capaces de ocupar nuestro lugar en el mundo

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