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Decisiones Difíciles… También hay que tomarlas

Algunas de las decisiones que tomamos hacen parte de lo cotidiano y casi ni las pensamos ya. Otras son más o menos sencillas o puntuales y no significan un riesgo importante. Otras resultan más complejas y definitivas

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Foto: Vicent Pérez

Tomar decisiones a veces aterroriza. Cuesta asumir las consecuencias y a veces nos ahogamos en lamentos de arrepentimiento o reproches a la vida y a la gente, sin tomar en cuenta que la elección ha sido —consciente o inconscientemente— tomada por cada uno/a. 

Algunas de las decisiones que tomamos hacen parte de lo cotidiano y casi ni las pensamos ya. Se automatizan con el tiempo e incluso llegamos a pensar que nuestra voluntad poco participa de algunos de nuestros actos. Otras son más o menos sencillas o puntuales y no significan un riesgo importante. Otras resultan más complejas y definitivas para nuestra vida y/o la de otra persona.

Estas últimas con frecuencia vienen acompañadas por algún conflicto y nada nos gustaría más que no tener que atravesar las incomodidades que supone una definición. Y algunos/as entonces no lo hacen, pensando que con el tiempo se olvidarán, se acostumbrarán y la no-decisión perderá toda su importancia.

Para esto es que tenemos a nuestro alcance una serie de mecanismos de defensa, para construir un pseudo mundo que se acople a lo que queremos ver, velando lo que no estamos dispuestos a soportar. Y las decisiones que no se tomaron se instalan detrás del telón de manera aparentemente inofensiva. Que cada cual vea si esto ha sido una buena idea.

Así, la forma de vivir las experiencias vitales está condicionada por el carácter. Confrontamos, negamos, manipulamos, racionalizamos, soportamos, escapamos, asumimos, etc. (Ver: La Coraza Caracterial y Muscular)

Pero a las decisiones que sí se tomaron o a las que están por tomarse con toda la intención de llegar hasta el final, con frecuencia se suman los obstáculos que estas mismas suponen 

Cuando se trata del padecer ajeno, es fácil afirmar que hay que decidir, que no hay que ser cobarde, que sólo los valientes llegan a alguna parte y todo lo demás que dicen esas leyendas tan bonitas que se comparten en las redes sociales. Pero cuando se trata de la experiencia propia, no es tan sencillo si en esta decisión se está dejando uno la piel.

Entonces, hay que decidir si…

Dejas o mantienes una relación, ya sea de pareja, de amistad, laboral o familiar en la que la codependencia ha sido parte de la dinámica. En el conflicto participa la culpa por abandonar a quien dice necesitarte tanto, como un sentimiento lacerante que condiciona la percepción a veces hasta niveles de irracionalidad sorprendentes. (Ver: La Codependencia: Un “amor” que destruye y El lenguaje de la Culpa)

→ Te retiras o permaneces en un trabajo seguro pero insatisfactorio para dedicarte a lo que más te gusta, renunciando a la certeza de un horario y unos ingresos mensuales fijos. (Ver: El Trabajo… ¿Una Maldición?)

→ Continúas un legado con la experiencia del éxito garantizado o construyes un nuevo camino que viene con el estigma del riesgo y la aventura.

Eliges entre dos amores, tan diferentes cada uno y tan queridos los dos, que definir te resulta tan doloroso como partirte por la mitad.

 Optas por un estilo de vida normalizado según los cánones sociales de tu cultura o buscas formas alternativas de estar, a veces impopulares para tu entorno.

Quienes han elegido por una decisión libre y consciente, saben muy bien que el coste ha sido alto. Porque a veces ha habido que luchar contra viento y marea, soportar injustas recriminaciones y fatalistas premoniciones por parte de un entorno decidido a mantener un anquilosado equilibrio al que se está habituado, aún cuando este se encuentre muy lejos de lo saludable. Este es un importante motivo por el que muchas personas eligen no decidir y resignarse a la vida que les ha tocado.

En ocasiones la soledad ha sido una de las más dolorosas consecuencias pero a la vez una de las más hermosas puertas de salida hacia una nueva manera de estar en el mundo, hacia una convivencia más rica con otras personas o con las mismas de antes, siempre que haya un verdadero cambio hacia formas más saludables de estar. (Ver: El miedo a la soledad y sus estragos)

Por esto es que a veces las decisiones, por muy difíciles que sean… ¡También hay que tomarlas!

Gracias por compartir este artículo

3 comentarios en «Decisiones Difíciles… También hay que tomarlas»

  1. GRACIAS POR COMPARTIR TAN EFICACES DOCUMENTOS, QUE TE VAYA BIEN CON FAMILIA FILIAL Y FRATERNAL EN CRISTO JESÚS, CON RESPETO Y CARIÑO, BERNARDO.

  2. Que Blog tan espectacular María Clarita. Me veo totalmente reflejada. La verdad parece que estuvieras hablando de mi, me cayo casi todo, En lo laboral, en lo sentimental , en las amistades he tomado decisiones radicales en las que las consecuencias fueron duras por momentos pero que había que hacerlo. La soledad es a veces mejor que otros estados que hacen más daño. Mis momentos de posible soledad lo llena Dios, y para mí es más que excelente y maravilloso,
    La foto de Vicent maravillosa, que bien equipo hacen. Abrazos TQM

  3. Hola Maria Clara;
    Estaba buscando una respuesta a las decisions dificiles, soy una persona que no me gusta lastimar a nadie, pero algunas personas se empeñan en hacerr lo contrario. Tengo una decision fuerte que tomar con una trabajadora bajo mi supervicion, es una persona buena realizando su trabajo; pero siempre esta muy a la defensiva. momentos que esta muy bien con todos y momentos que todos los de su alrededor dice o piensa que le atacan. No se como es la mejor manera de manejar esta situación, porque sus propios companeros estan muy incomodos de trabajar con esta persona. He hablado con la persona si hay algo en que se le puede ayudar, pero es de la tipicas personas que nada pasa, todo esta bien.

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