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Mi casa… zona segura

La sencillez de una conversación en la mesa de toda la vida. El recuerdo del aroma de café en la casa del amigo o la amiga cuando había que llegar hasta allá y tocar su puerta

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4 mins
La sencillez de una conversación en la mesa de toda la vida

Entre el fin de un año y el principio del otro aparecen en las redes sociales todo tipo de publicaciones para entretener, reflexionar, saludar o divertir. Así, abundan ocurrentes vídeos,  cariñosas tarjetas con los mejores deseos y trascendentales mensajes buscando consciencias en tiempos de cambio. Y aunque las redes son mis grandes aliadas cuando se trata de compartir lo que escribo confieso que, de vez en cuando, decido tomarme unas vacaciones de ellas y desconectar, como ha sucedido hace unas pocas semanas.

Pasado un tiempo retomé mi visita a Facebook donde encontré el mensaje de una amiga, que decía textualmente:

«Recordando a todos mis amigos (jóvenes y viejos)… mi casa es una zona segura. El café puede estar en minutos, o un vaso de té helado ???? mi mesa de comedor es un lugar de paz y no juicio. Cualquiera que necesite charlar es bienvenido en cualquier momento. Podemos hablar, compartir una risa o dos, o simplemente escuchar. No es bueno sufrir en silencio. Tenemos comida o siempre podemos pedir, comer y llorar. Siempre voy a hacer todo lo posible para estar disponible… siempre eres bienvenido! Este es un antiguo valor que se ha perdido con la tecnología… un texto, facetime, gif o emoji no es el equivalente. Este es un elemento invaluable de la familia y el tiempo de y para los amigos! Vamos a centrarnos en esto!«

¡Qué bonito mensaje! — pensé. Pero dudé en el último momento con la propuesta de compartirlo, ya que reenviar y compartir mensajes en las redes no es mi plan favorito. Hay tanta saturación que no deseo aportar en la frenética hipercomunicación virtual de nuestro tiempo.

Sin embargo, el tono del mensaje me cautivó e incluso me sedujeron sus últimas palabras. Sí, algunas cosas merecen ser compartidas, reenviadas y lo que haga falta. Lo compartí tal como lo sugería, más que todo con la intención de apoyar la idea y sin demasiadas expectativas de respuesta ya que el mensaje ni siquiera llevaba una atractiva imagen, que es lo que suele producir reacciones en estas redes.

Para mi sorpresa, fueron muchos los amigos y amigas que respondieron, reaccionaron o de alguna manera se hicieron presentes a partir de aquellas palabras prestadas. Algunas me felicitaban —injustamente— otorgándome la autoría. Otras recordaron antiguos poemas, otras sintieron la necesidad de completar alguna frase.

Pero lo que más me sorprendió fue que todas, absolutamente todas, se sintieron de alguna manera identificadas con estas palabras.

La sencillez de una conversación en la mesa de toda la vida. El recuerdo del aroma de café en la casa del amigo o la amiga cuando había que llegar hasta allá y tocar su puerta. La sensación de estar en compañía en medio del silencio, de la palabra, de la música, del juego. La confianza en la disponibilidad  de alguien para compartir algo más que un “me gusta”.

Cuando extrañamos estos momentos, a veces pensamos que nadie más los extraña y que todos los demás se encuentran a gusto tal como estamos. Pero no es así y lo comprendí cuando, con este sencillo mensaje, se levantaron manos y voces pidiendo retomar antiguos y queridos hábitos que se nos han quedado olvidados por el camino.

La tecnología es una preciosa herramienta que nos ha acercado a valiosísimas informaciones. Nos ha permitido reunirnos fácilmente con quienes se encuentran lejos. Nos ha dado la oportunidad de expresarnos públicamente. Nos ha abierto ventanas al conocimiento de otras gentes, culturas, formas de ser y de pensar.

Y ahora también, la tecnología nos ayuda a compartir el deseo de retomar lo que ella misma no puede suplir: El contacto cara a cara y piel a piel.

La confianza entonces, no está en que la tecnología nos alivie la creciente sensación de soledad ni tampoco en que desaparezca para siempre y volvamos a nuestra vida de antes. La confianza está en que tengamos la capacidad para diferenciar lo que es una comunicación puntual y concreta de lo que es el encuentro genuino y emocional, dando a cada cosa su lugar y a cada amigo/a su tiempo y su calidad.

La confianza está en que cada día más y más personas comprendamos que podemos dar la vuelta y regresar a lo que nos hacía sentir verdaderamente amigos… verdaderamente humanos. 

Gracias por compartir este artículo

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