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Éxito en el Trabajo… ¿Fracaso en el Amor?

Exito en el trabajo, fracaso en el amor, o viceversa, es el dictamen con el que en algunos casos se describe la insatisfacción personal. Pareciera que una de las dos tuviera que sacrificarse por la otra, que no pudieran coexistir y alimentarse mutuamente

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exito en el trabajo fracaso en el amor
Imagen de Brett Hondow

Eso dicen, que cuando algo va bien alguna otra cosa se estropea, como si algún ser invisible dominara nuestras vidas con bendiciones o maleficios repartidos al azar entre los millones de seres humanos que habitamos el planeta

Cuando las cosas no van bien, aparte de echar mano de la mala suerte como explicación, abundan justificaciones como que uno es como es, que alguien salió más listo o que la vida es injusta.

Yo no niego que algunas condiciones afortunadas pueden facilitarle a uno la existencia. Pero prefiero pensar que algo de libertad nos queda para escoger los diversos caminos que tomamos en la vida y que a la hora de elegirlos, reflexionar, analizar y tomar consciencia puede ahorrarnos un montón de disgustos.

Exito en el trabajo, fracaso en el amor, o viceversa, es el dictamen con el que en algunos casos se describe la insatisfacción personal. Pareciera que una de las dos tuviera que sacrificarse por la otra, que no pudieran coexistir y alimentarse mutuamente. 

Imaginemos que somos libres de esas fuerzas ocultas y que podemos gestionar nuestro carácter mediante el autoconocimiento. Yo así lo creo y no sólo en mi imaginario. 

Siempre me ha llamado la atención cómo tantos hombres y mujeres de diferentes edades, costumbres y culturas parecen vivir entre dos mundos imposibles de integrar: El de la razón y el de la emoción. 

Dos ejemplos que reflejan la contradicción entre razón y emoción

Aquel hombre que ha llegado muy pronto a la cumbre profesional, logrando su meta de alcanzar la cima de la estabilidad económica a los 40 años y con un extenso directorio de contactos que le hacen crecer cada día más y más. Pero las cosas en el amor son bien diferentes.  Le acompaña también una larga lista, pero está llena de intentos que fallaron. Puede ser que los encuentros impersonales le resulten más accesibles y menos comprometidos. O tal  vez se encuentre en una relación emocional tan anquilosada que en vez de una pareja parece un negocio más. De todas formas, el analfabetismo emocional le domina y lo que le causa enormes alegrías en el trabajo no tiene comparación con la insatisfactoria vida afectiva. No es raro escucharle decir que la suerte le cayó por el lado del trabajo con todas sus recompensas, pero eso del amor no es para él. 

Aquella mujer emprendedora, autónoma, hábil e inteligente que rompe con cualquier prejuicio misógino. Su creatividad se expresa tanto en su trabajo como en sus relaciones familiares y de amistad. Pero algo falla en el amor, ya que tiene un «imán» para lo que ella misma llama «relaciones tóxicas». Ante la llamada de lo que ella percibe como amor, su autovaloración se va al traste y es capaz de convertirse en una especie de indigente emocional, permitiendo los más absurdos abusos, suplicando por migajitas de atención, poniéndose reiteradamente en situaciones desfavorables, esperando en su pasividad que se haga realidad el sueño de las hadas, dependiendo de alguien que no tiene ningún interés en  cambiar, agotándose en la sensación de que el amor es cosa de las demás… por su culpa claro está. 

Como vemos, nada nos garantiza que si somos buenas personas todo nos va a ir bien. Y tampoco vienen los diplomas de la universidad cargados de augurios de satisfacción en el amor. 

Podemos ser muy listos y listas a  nivel intelectual y verdaderos tontos y tontas emocionales. ¿Por qué?

Porque no todas las cualidades vienen en el mismo paquete. Contando con algunas excepciones, en general nacemos con el potencial para una vida plena. Y desde ese mismo momento, o mejor un poco antes, ponemos la marcha en algunas funciones vitales y el freno en otras, construimos nuestras trampas del carácter y sin apenas darnos cuenta vamos trazando un destino. 

¿O sea que, además de todo, es mi culpa que no me vaya bien?… me parece escuchar algunas voces ofendidas y detectar miradas de amarga decepción.  

No, no es culpa de nadie, al menos no del niño o de la niña que en su momento no tuvo una  opción diferente. Y ese niño o esa niña, en mayor o en menor medida somos todos y todas, sin excepción (que al menos yo haya conocido hasta el momento).

De todas formas la culpa sólo sirve para anclarse en el victimismo y para sumergirse en la impotencia. Pero si como adultos nos atrevemos a asumir la responsabilidad actual sobre nuestra salud, posiblemente las cartas empiecen a jugar a nuestro favor. 

Liberando la energía

Se trata de aprovechar lo que se ha desarrollado en nosotros favorablemente, porque ese es el capital que nos puede ayudar a cubrir las carencias emocionales, aquellas que siguen estancando la evolución, llegando incluso a convencernos de que uno es así por naturaleza.

Por esto no se trata de parcelas de éxito o de fracaso, como si tuviéramos que ubicar en diferentes cajones lo que nos importa en la vida. Si cuando hablamos de éxito nos referimos a la satisfacción y a la alegría, entonces el trabajo y el amor no deberían estar en esquinas tan opuestas.

Si tuviéramos suficiente energía libre para funcionar, no sería necesario escoger en qué nos tiene que ir bien y en qué mal. Si la liberáramos de traumas infantiles, roles impuestos, miedos y ansiedades, seguramente sobraría energía para llenar de vida todos los espacios que nos completarían como personas capaces y libres de crear el mundo que deseamos.  

Porque sí… ¡Vivir mejor es Posible!

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