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Desde mi Encierro

Dicen que hay que pasar estos días como si nada extraordinario sucediera. Imaginar una realidad menos absurda, leer la montaña de libros apilados, escribir un cuento, lograr algún invento

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3 mins
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Imagen de Peggy Choucair

Dicen que hay que pasar estos días como si nada extraordinario sucediera. Imaginar una realidad menos absurda, leer la montaña de libros apilados, escribir un cuento, lograr algún invento.

Dicen que hay que pensar en positivo y visualizar lo bien que irán las cosas. Que después todos seremos buena gente, que llegará el amor y la amistad, que habremos aprendido una lección, que nunca olvidaremos la experiencia de un encierro… ¡Qué manía de querer sacarle a todo moraleja!

Dicen que hay que hacer cursos online, aprender a tocar una guitarra, re-decorar la casa, relajarse, hacer gimnasia, escuchar las noticias importantes, comunicarse a través de la pantalla, pintar, cantar, jugar, bailar, hacer tartas… ¡¡Uff!! ¡Y además no hay que cansarse!

¿Y si no quiero cantar, bailar ni hacer tartas? ¿Y si hoy sólo quiero tumbarme en el sofá y no hacer nada? – preguntan preocupados algunos subversivos ante la inclemente oferta de recursos para no aburrirse en estos días.

Ahora que me siento a mirar por la ventana y descubro ese horizonte que me acerca hacia mi misma, me pregunto si un poco de vacío entre tanta actividad no ayudaría también a conectar con el momento.

Nos identifica la vida cotidiana. Los rituales, los lugares habitados, los viajes, los abrazos, los trabajos, las miradas, la ilusión del futuro que intentamos construir.

De manera casi inesperada nos ha cambiado el mapa y se entiende por lo tanto que sintamos desconcierto. Vamos a ciegas y eso también cansa. No hace falta aparentar serenidad imperturbable todo el tiempo, como si esto no nos estuviera tocando demasiado.

Y cuando estamos hartos/as… o paramos un momento, o continuamos dando tumbos hasta que por fin caemos. Y a la fuerza vamos entendiendo que no hay nada que pueda reemplazar la experiencia de un encuentro íntimo, real y personal.

Llegará el momento de abrir la jaula… está llegando. Abriremos esa jaula de miedo, esa jaula de duelo, esa jaula de oro que nos ha descubierto otros placeres.

Puede que olvidemos estos tiempos aunque hoy no lo creamos. Cuando estamos con el agua al cuello nos parece imposible un futuro sin recuerdos… Ya veremos…

Lo que sí parece más seguro es que volveremos a encontrarnos por el mundo. Y será cuando inventemos otras formas de vivir que con el tiempo parecerán hasta normales.

Saldremos… tal vez con pereza, con torpeza y poco a poco. El mundo que hay afuera al parecer está esperando. Ahí está, en el mismo sitio pero dicen que con más naturaleza.

Nos espera y nosotros también podemos esperar… Entonces… ¿Para qué desesperar?

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