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Si uno tiene un amigo… ¿Hay que tener un Psicoterapeuta?

¿Si uno tiene un amigo... ¿Hay que tener un terapeuta? En realidad, aunque se parezca mucho la relación terapéutica es diferente a la relación de amistad

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Fue la pregunta que alguien me hizo en un foro de internet: ¿Si uno tiene un amigo… ¿Hay que tener un terapeuta? La forma de hacerla ya me encantó por su sencillez y su tono de inocencia. Sin saberlo, esa persona puso el dedo en la llaga en una de las cuestiones más controvertidas sobre la validez de una Psicoterapia. 

La pregunta puede ser sencilla e inocente pero la respuesta no puede serlo. Quien no tenga claro este aspecto en el desarrollo de un proceso terapéutico, corre el riesgo de naufragar muy pronto. Lamentablemente algunos profesionales de la Psicoterapia le restan toda la importancia a este aspecto, pensando que basta con una dosis de intuición y otra de buena intención para acompañar a otra persona en su camino psicoterapéutico.

¿Amigo o terapeuta?

La soledad es un posible motivo –muy válido, por cierto– para acudir a una Psicoterapia. A veces la dificultad para encontrar espacios de confianza hace que algunas personas busquen en la consulta de un/a psicoterapeuta la experiencia de sentirse escuchadas, como lo serían si contaran con uno o varios amigos.

Por eso mismo tal vez, en algunas comunidades donde los grupos sociales están más asentados en comparación con los de contextos más urbanos e impersonales, ir al psicólogo puede resultar raro cuando no extravagante, si en el imaginario permanece la idea de que se acude a una consulta psicoterapéutica solamente para conversar, recibir consejos o consuelo ante las  penas de la vida, tal como lo haría un amigo.

Basándose en esta idea, hay quienes afirman: “No hago terapia porque tengo amigos. ¿Para qué voy a pagar si lo que me dice el psicólogo me lo puede decir mi amigo/a, que encuentro a cualquier hora y no me cobra?”

En realidad, aunque se parezca mucho la relación terapéutica es diferente a la relación de amistad. Y aunque el vínculo paciente-terapeuta es profundamente humano los objetivos, el espacio, los tiempos y los roles de cada miembro de la pareja están claramente delimitados en función del proceso. Para que las cosas vayan bien es importante tener esta claridad, al menos durante el tiempo en que se desarrolla la terapia. Más adelante ya se verá.

La relación terapéutica se basa en el acompañamiento

Si uno tiene un amigo, por supuesto que puede tener un terapeuta, así como si uno tiene padres también puede tener amigos. Si uno tiene amigos puede tener maestros y si uno tiene hermanos puede tener amigos. Cada relación tiene sus motivos, sus limitaciones y sus coordenadas. Todas pueden ser necesarias y ninguna debería ser excluyente

En el caso del/la terapeuta, la relación se basa en el acompañamiento. Esto no es ni más ni menos importante que la amistad. Simplemente es diferente. La posibilidad que tiene la situación terapéutica es la de permitir que salgan a la consciencia aquellos contenidos que no pueden salir en otros contextos o que no es posible gestionar por la presencia de afectos mutuos que, por su naturaleza, no lo pueden permitir.

Esta posición no tiene que ver con la postura de algunos/as psicoterapeutas que entienden –desde mi punto de vista equivocadamente– que la frialdad, la actitud distante o la misma antipatía son las claves de la relación. Una cosa es poner a funcionar el papel de terapeuta en beneficio de un proceso y otra es abusar de la vulnerabilidad de otras personas para sentir algo que se parezca al poder.

Un buen amigo es un tesoro. Un buen terapeuta también lo es. Y el afecto está presente en todo momento, tanto en la amistad como en la Psicoterapia.

Pero si tienes la suerte de contar con un/a amigo/a, hazte y hazle el favor de acudir a una Psicoterapia cuando necesites ayuda psicológica. De esta forma podrás disfrutar mejor de la belleza de una amistad ligera, mientras te encuentras a ti mismo/a en un espacio más propicio. 

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