“Estoy en crisis”, decimos cuando algo va de regular a mal. Y no sólo cuando falta el dinero para cubrir las necesidades o los deseos. Las crisis aparecen a lo largo de la vida con diferentes formas e intensidades que nos enseñan a comprender que el camino es todo menos una línea recta ascendente, como a veces nos gustaría que fuera.
Es relativamente fácil ser consciente de una crisis económica. El banco se encarga de poner los números de la cuenta en rojo, los acreedores no tardan mucho en llamar y renunciar a los objetos de consumo se convierte en un hábito necesario.
¿Pero qué pasa con las crisis emocionales?
Aquí no hay nadie que envíe una carta o llame a la puerta para decirnos que hay que prestar atención a ese duelo que vivimos o a esa crónica sensación de frustración y tampoco hay un banco de energía, al menos tangible, que nos avise que necesitamos detenernos un tiempo para recuperar el gasto extra que llevamos. No existe la aplicación del móvil para avisarnos con un pitido particular que nuestras reservas se están agotando o que estamos haciendo una gestión incorrecta de nuestros recursos personales. Y aquí tampoco hay préstamos ni créditos con interesantes ventajas.
Lo que sí está es el cuerpo, manifestando con sus tensiones y sus bloqueos lo que la consciencia no alcanza a comprender
Está el insomnio, la angustia, la fatiga, la irritabilidad o la depresión, que denuncian los desequilibrios. Y está también la cotidianidad, como un fiel testigo de que algo falla, cuando levantarse por las mañanas es un sacrificio, cuando el trabajo parece algo peor que un castigo, cuando la experiencia de la vida en pareja es un imposible o cuando disfrutar de la vida resulta siendo una utopía.
Pero… ¿Por qué vivir tan a medias?
Como humanos, finitos y mortales, no podemos darnos el lujo de esperar pasivamente diez, veinte o cincuenta años para ver si llega la felicidad algún día. A veces parece que olvidamos que HOY es el momento y AQUÍ es el lugar.
Crisis es un llamado de atención, una alarma para generar un movimiento hacia donde sea, pero movimiento en fin. Crisis es un “basta ya” a lo que en su día era funcional pero ya no lo es. A los comportamientos destructivos y autodestructivos, a las defensas inconscientes, a las relaciones tóxicas. Crisis es el aviso de que hace falta una limpieza interior, algo así como barrer la casa por dentro para poder vivir con bienestar. Crisis es una oportunidad.
Crisis es un momento, es la llamada a un tiempo de reestructuración. No es toda la vida. Pero si no se le quiere ver, si en vez de barrer la casa por dentro se mete el polvo debajo de la alfombra, no tardará en manifestarse una y otra vez, hasta que por fin le hagamos caso. Crisis es una imperiosa necesidad de cambio.
Las crisis personales, emocionales, afectivas o psicosomáticas no tienen por qué ser un espinoso camino en solitario. Es por eso que en Psicoterapia existe una modalidad de Atención en Crisis, que recoge una serie de herramientas terapéuticas enfocadas al acompañamiento en estos momentos, en que una psicoterapia a medio o largo plazo no resulta indicada. Harán falta unas cuantas sesiones para poner el cronómetro a cero y recomenzar el camino con otra disposición. A partir de ese momento siempre se puede acceder a una terapia breve o a una terapia profunda, si se desea.
Desde mi experiencia, la atención en crisis puede aliviar y acortar un proceso doloroso, que no tiene por qué ser demasiado largo ni desgastante. La intensidad de algunos duelos, de cambios por edad, por inmigración o por formas de vida diferentes, pueden ser vividos en toda su magnitud sin necesidad de dañar o de sufrir más de la cuenta. Pero esto sólo se consigue tomando las riendas y recordando que, aún en situaciones de crisis, tu vida te pertenece y eres tú el/la encargado/a de gestionarla.
Es por esto que “…no todo está perdido. Recordemos que el cuerpo tiene la capacidad para recuperar sus funciones naturales, siempre que se consiga liberar aquello que le atrapa”. (Ver más)