Ahora que tenemos tan fácil acceso a todo, aparentemente no hacen falta demasiados esfuerzos para solucionar las dificultades emocionales. Al contrario, parece que cualquier cosa se puede arreglar en tiempo récord, sin apenas darse cuenta.
Haz la prueba en internet. Si sientes dolor de cabeza, depresión o estrés, si esta mañana has tenido una discusión con tu pareja, o si el trabajo no te motiva lo suficiente, pase lo que pase, encontrarás un sinfín de sitios que te ofrecerán soluciones inmediatas, siempre que sigas al pie de la letra los consejos que «generosamente» ofrecen quienes piensan que tienen que darlos.
Es evidente que de esta manera se llega a un callejón sin salida ya que, en poco tiempo, lo que parecía ser la solución se convierte en un obstáculo más. Y es en ese momento cuando posiblemente te planteas hacer una llamada y buscar ayuda profesional para que alguien se tome el tiempo de escucharte a tí y solamente a ti.
En ocasiones, llegarás a la consulta de un psicoterapeuta con la secreta y a veces expresa expectativa de que después de contar tu historia, él o ella te digan cual es tu problema, lo que has de hacer a partir de ahora y lo que va a pasar después
Pero es posible que, contrario a lo que buscabas, salgas con más preguntas que respuestas, y aunque esto te pueda resultar incómodo, has de saber que sigues y seguirás siendo dueño/a de tus elecciones. Bajo el presupuesto de tu libre albedrío, empiezas a contar con alguien dispuesto a acompañarte en tu proceso, usando todas las herramientas terapéuticas posibles para ayudarte a ver lo que en soledad hubieras pasado por alto.
Entre sesión y sesión, e incluso antes de emprender una psicoterapia, muchas veces se consigue entender la problemática, la raíz del sufrimiento, los motivos de la angustia. Pero la experiencia más común es que esta comprensión racional no resulta suficiente para aliviar los síntomas, es decir, para generar un cambio.
¿Por qué no basta con pensar?
Desde la perspectiva caracteroanalítica se considera que el cambio no es sólo cuestión de entender intelectualmente lo que se supone que habita en el inconsciente. Es más, en ocasiones, el cambio significa dejar de pensar por un momento y permitirse sentir y comprender ese otro idioma al que tan poco caso hacemos: el de las emociones, el de las sensaciones del cuerpo, el de la expresión no verbal que nos pide, de todas las maneras posibles, dejarla ocupar un lugar en estos tiempos de infinita sobreestimulación digital.
Es este uno de los principales motivos por los cuales en la Psicoterapia Caracteroanalítica se trabaja con el cuerpo, siendo este la más importante herramienta terapéutica. A partir de sentir, escuchar y entender las razones del cuerpo, toda comprensión racional tendrá sentido, así como su verbalización. Sin el compromiso del cuerpo, se corre el riesgo de anclarse aún más en mecanismos de defensa que se usan, precisamente, para no cambiar.
Cambiar es uno de los retos vitales más difíciles de asumir, aunque sea, a la vez, uno de nuestros mayores anhelos
Por mal que vayan las cosas, es más fácil mantenerse en el terreno conocido y controlable, con ayuda de aquellas muletas emocionales que ya parecen parte de uno mismo y que tan bien funcionan, hasta que empiezan a pasar factura.
Por esto, no creo que haya remedios rápidos y eficaces a la vez. No en el mundo de las emociones. Siento mucho no colmar las expectativas de quienes vienen buscando soluciones inmediatas. Incluso, pienso que sería muy triste que existiera esa varita mágica que tanto se anhela cuando el cansancio nubla la disposición para asumir la vida.
Porque… ¿Qué tiene de natural, de satisfactorio o de enriquecedor, dar a cualquiera que le endulce a uno el oído el poder de dominar la propia existencia?
Y… ¿por qué no probar otra manera?
La autonomía, la capacidad de tomar decisiones, la autoestima, la capacidad de amar y de sentir placer, la sana gestión de los impulsos, la alegría de vivir, la motivación en el trabajo, la capacidad creadora, etc., no son el premio para unos pocos con suerte. Estas características son aspectos humanos biológicos que hacen que la vida tenga su color natural y que están esperando el momento de expresarse. Sólo hay que abrir la puerta y dejarles entrar.