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Eso se llama Salud

Por supuesto que gastas y te cansas, pero también retomas energía nueva del ambiente y puedes continuar en una reciprocidad, enriqueciéndote a la vez que participas en el mundo. Eso se llama "salud".

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Imagina que tienes mil euros disponibles. Te vas de viaje y te gastas dos mil. No tienes más remedio que echar mano de un crédito pagando altos intereses, con lo cual la experiencia del viaje se convierte, a la vuelta, en una deuda que seguramente ensombrecerá la visión de las bonitas fotos que tomaste.

Imagina ahora que tienes diez mil, pero no los puedes usar con libertad cuando te falta liquidez, porque están retenidos en un plan de ahorro, de esos que te obligan a cumplir los requisitos de no sacar ese dinero en caso necesario.

Imagina que has reservado una cantidad para imprevistos, pero cuentas con otra para pagar tus facturas y además para disfrutar de lo que tu capacidad financiera te permite, sin pasarte pero sin privarte de nada importante.

De estas tres posibilidades, ¿cuál te resulta más placentera? No tengo ni idea de finanzas, más allá de las que, por sentido común, la economía doméstica me exige. Pero no creo que haya que especializarse en economía para deducir que, si gastamos más de lo que tenemos, o si no podemos acceder a nuestro capital por tenerlo estancado, eso de “disfrutar” se convierte en un imposible más.

Ahora traslademos estas situaciones a las metáforas del cuerpo:

Imagina que tu organismo tiene un monto de energía disponible, pongamos de ocho en una escala del uno al diez. No está mal, diríamos, así que saltamos de la cama en cuanto suena el despertador y empezamos la vorágine del día gastando y derrochando energía como si no hubiera un mañana. Motivos no faltarán para invertir en todo lo que “hay que hacer” durante la jornada. El problema es que hacia el medio día (por decir algo) el saldo ha disminuido tanto, que hay que echar mano del crédito… sí, pagando “altos intereses” que se traducen en contracciones musculares, dolores de cabeza, cansancio, irritabilidad, ansiedad… nada que tenga que contarte, porque seguramente ya lo sientes tú en tu propio cuerpo.

Imagina ahora que tienes diez de energía en una escala del uno al diez. ¡Qué bien suena! El problema es que esa energía está estancada entre tus músculos y no puede fluir. Por el contrario, sientes detenido el movimiento, el cuerpo va pesado, cargado como si llevaras kilos de metal adentro, con la sensación de que esa energía no sirve para nada más que para saturarte. Parece que fueras a explotar y la imagen del vacío resulta más alentadora.

Imagina, por último, que tienes siete de energía disponible en una escala de diez y una larga jornada por delante. Te despiertas y te quedas un ratito elaborando los sueños de la noche. Respiras, te das una ducha y notas el contacto del agua con tu piel. Sales de la ducha y te das cuenta de que tu saldo ha aumentado. Organizas tu día, lees y contestas tus mensajes. Una cosa primero, otra después. Te alimentas, comunicas, proyectas, te sientes… estás presente en tu momento. Por supuesto que gastas y te cansas, pero también retomas energía nueva del ambiente y puedes continuar en una reciprocidad, enriqueciéndote a la vez que participas en el mundo. Eso se llama «salud».

A veces olvidamos que la “riqueza” energética no viene enlatada en tóxicas bebidas mientras damos la espalda a nuestro bienestar.

Que no es cuestión de apretar los dientes, estirar el cuello y contener la respiración para poder cumplir con la faena, sea cual sea. Que no se trata de hacer más en menos tiempo, sino de recuperar la capacidad de autorregulación, de la que habló W. Reich y de la que tanto hablamos y, sobre todo, sentimos en la Psicoterapia Caracteroanalítica.

Liberar nuestra energía para ponerla al servicio de la vida. Tomar contacto con nuestras sensaciones para andar nuestros caminos. Expresar nuestras emociones para comunicar, en reciprocidad con los demás. Gastar lo que tenemos, abrirnos a recibir lo que nos falta. Eso se llama salud y recuperarla sí está a nuestro alcance.

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