No, no eran solo dos aunque así quisieran verlo. Eran ellos mas los otros, mas los otros de los otros. Eran ellos mas cada partícula, cada palabra y cada mirada que les apoyaba o les condenaba. Y aunque saben bien que lo intentaron, no fue fácil liberarse de esas manos invisibles que oprimían sus cuellos, dejándoles exhaustos e impotentes ante su propia vida juntos, tal como la habían soñado.
Reproches iban y venían, como intentando con ello encontrar una respuesta. “Es que tu padre no me quiere”, “Nunca has dejado de ser el/la niño/a de tu casa”, “me casé contigo, no con tu familia”, “me tocó a mi la peor de las suegras”, “tu hermano/a me odia porque quiere tu herencia”…
Han llegado a sonar palabras tremendas, hirientes, producto de la frustración y de la ira incontenible. Palabras que nunca se quisieron decir, pero que se dijeron pues estaban adentro, bullendo como remolinos, atormentando el sueño y la vigilia, los desayunos, las vacaciones, los domingos.
Y menos mal que salieron pues este fue el comienzo, sólo el comienzo de un largo camino por andar.
Son historias de pareja, tan cotidianas que hay quienes deciden no meterse nunca más en esos berengenales. Otros/as optan por una perpetua resignación, que se parece mucho a un funeral en vida y algunos/as lo siguen intentando, a pesar de todo.
Pareja en Movimiento
La pareja como proceso necesita de un constante movimiento para no quedarse encallada en dinámicas perversas que matan cualquiera atisbo de amor. No es fácil construirla y mucho menos hacerla durar, al menos con salud.
Son dos personas, cada una como decimos “de su padre y de su madre”. Con historias de vida diferentes, valores y expectativas, cambios internos, movimientos. Eso es lo que la hace rica o desastrosa, según cómo elijamos vivirla.
Cambio, es lo que hace a una pareja rica. Construir una identidad de pareja supone que nos presentamos en el mundo como un sistema, a partir de las dos individualidades que por supuesto se mantienen (o deberían mantenerse) en otros espacios personales.
Algunas familias y en extensión grupos de amigos, no parecen adaptarse a los nuevos tiempos cuando uno de sus miembros decide vivir en pareja y pretenden mantener el mismo tipo de relación previa a la nueva relación.
Intromisiones Familiares en la Pareja
Actitudes y mensajes directos y velados salen al escenario, manifestando la necesidad de conservarlo todo como estaba, como si la pareja no existiera –como no existía antes– a no ser que aprenda rápidamente a comportarse como todo el mundo y sin hacer demasiado ruido.
Esto supone una constante vigilancia y control y si esto se permite, es ahí es donde se asienta la intromisión familiar en la vida de la pareja.
Llega un momento en que la pareja se siente como una marioneta del sistema familiar, con tan poca capacidad de autogestión que acaba por destruirse a sí misma.
Más allá de la anécdota, porque ejemplos hay millones, cabría preguntarse qué grietas deja abierta la pareja para permitir estas intromisiones.
Porque la suegra puede ser insoportable, el suegro desagradable, el hermano o hermana celoso/a, el cuñado o cuñada entrometido/a, el amigo o amiga posesivo/a. La familia puede querer inmiscuirse en qué casa hay que tener, qué tienen que comer los niños, cómo vestirlos o educarlos, qué hacer con el dinero, en qué ocupar el tiempo o de qué color tiene que ser el sofá.
Parejas Vulnerables a las Intromisiones Familiares
Pero para que esto suceda, es absolutamente necesario que la pareja lo permita, es decir, que los límites estén tan borrosos que nadie los pueda ver con claridad.
Porque para que los demás puedan reconocer los límites de la pareja hace falta que cada uno haya hecho su proceso de separación e individuación respecto de sus figuras familiares originales.
Separación e individuación suena a no ver a la familia nunca más una vez que decidimos vivir en pareja. Nada más lejos de la realidad. Lo que supone es una maduración, un cambio en la estructura familiar evolucionando hacia actitudes adultas, que correspondan con la realidad actual. Y eso se puede hacer con todo el cariño, respeto y naturalidad, aunque por el camino haya que dar una que otra batalla necesaria.
Porque los roles infantiles que en tantas ocasiones se siguen manteniendo en las familias de origen y que muchas veces se reproducen en los grupos de amigos, son verdaderos contaminantes de las relaciones de pareja. Y las intromisiones por parte de la familia de origen, de la familia política o de los grupos de amigos pueden destruir una relación que en otro caso hubiera sido enriquecedora.
Terapia de Pareja en conflictos por Interferencias Familiares
Si esto sucede y no se han quemado los últimos cartuchos, hasta la más desagradable sensación por causa de la intromisión familiar puede convertirse en una buena ocasión para descubrir esos puntos ciegos que dificultan la vida individual y que se reflejan claramente en el malestar de la relación de pareja.
La Terapia de Pareja es una excelente opción cuando no sabemos cómo salir de los atascos que se nos presentan, como es el de la interferencia de los sistemas externos a la relación. Permite hacer conscientes los rasgos de carácter individuales que tantas veces impiden la evolución fluida y natural de la pareja. Permite también reconocer aquello que dificulta el asentamiento de una clara identidad, de tal manera que se pueda construir una base sólida y segura.
Los otros están ahí para mostrarnos, como espejos, nuestras luces y nuestras sombras. Y de nosotros depende sacarles el brillo o, por el contrario, dejar que se oscurezca el panorama.