La rabia tiene muy mala fama y la expresión de esta más aún. Suceden acontecimientos que la provocan y que a la vez intentan neutralizarla buscando con ello un sometimiento sin cuestionamiento ante la injusticia, los abusos o las violencias ejercidas de diferentes maneras en la vida pública y en las relaciones afectivas (Ver: La Violencia Cotidiana).
Cuando pensamos en la represión de la rabia, la imagen que aparece en primer lugar es la de una persona que se enfada y la otra, generalmente mayor o al menos con más poder, ejerce su clara autoridad frenando con gesto serio, amenaza de castigo o látigo en la mano. Pero a veces no es tan evidente esta figura autoritaria. Es más, cada vez nos alejamos de los roles clásicos de autoridad y nos sentimos más identificados con la tolerancia y la suavidad en el trato.
Parecería entonces que se acabaron esas dinámicas represoras, que ya hemos entendido que a los niños y niñas no se les pega, que a los adolescentes no se les insulta, que a los alumnos/as no se les manda al rincón para que obedezcan y que a los adultos ya no se les amenaza con quitarles los derechos que tienen por el simple hecho de existir.
Entonces se acabaron los problemas y si es así, se supone que tenemos ahora la posibilidad de sentir rabia y frustración tan libremente como sentimos alegría y triunfo. (Ver: Después de la Rabia… Lo Demás)
Expresión Inhibida
Pero… ¿Por qué en nuestro interior seguimos sintiendo ese atasco de sensaciones que impiden la expresión? ¿Por qué llega un momento en que ya no se puede sentir ni una cosa ni la otra y mucho menos expresarla? ¿Por qué entonces la vida interna se estanca en un clima plano y desértico, más parecido a una muerte en vida que al placer de vivir?
Podríamos pensar que, aunque las circunstancias han cambiado, quedan secuelas de otros tiempos y que la represión ha hecho su trabajo. Que dada nuestra historia marcada por una educación autoritaria y represora, de un momento a otro nos dejan la puerta de la jaula abierta y sin embargo no la atravesamos para salir a volar. Sí, es muy posible que la historia se repita en el presente y que necesitemos de un proceso psicoterapéutico para tomar consciencia y darnos la posibilidad de gestionar nuestro carácter y así liberarnos de él. (Ver: ¿Cuándo es Oportuno Acudir a una Psicoterapia?
De cara a la prevención también podemos ver cómo la represión de la rabia sigue estando presente aunque no necesariamente con el señor o la señora de gesto serio ni con el látigo en la mano. Así como hemos perfeccionado la tecnología y hemos conseguido sistemas de comunicación más complejos, también nos hemos convertido en unos estrategas especializados a la hora de repetir las mismas dinámicas caracteriales, de otras formas. Pero como veremos, no es que sea nada nuevo pues las maneras de comunicación son antiquísimas. Simplemente se las pone a funcionar en un contexto que lo permite.
Por ejemplo, está de moda neutralizar la rabia con una suavidad exagerada y artificial, como diciendo: Estáte tranquilo/a, no te agobies, relájate… Traducción: No te enfades, cómete tu rabia y no molestes.
Ó… Qué negativo/a estás. Piensa en positivo, imagina sólo cosas bonitas y verás que se te arregla ese carácter. Traducción: Sólo acepto de ti lo que considero bueno. Lo que yo creo que es malo te lo puedes callar o mejor aún, ¡no lo sientas!
Y en el plano de la actitud, de lo No Verbal, tenemos infinidad de oportunidades para acallar a las fieras e intentar someterlas. El ejemplo más claro que se me ocurre ahora es el de quien tiende a ahogar la expresión, no rechazándola de plano sino justificando, acallando, disculpando, negando cualquier posibilidad de conflicto.
Para reprimir la rabia de los demás, esto se lleva mucho:
Mamás y papás que en cuanto aparece un asomo de rabia o una situación frustrante –o incluso antes de que aparezcan–, ya están dando la solución para que el/la niño/a no llore y no padezca y cuando es inevitable el llanto o el grito, basta con ponerle un chupete o una tablet con muñequitos animados. El silencio parece ser entonces un signo de paz en el ambiente. Ya nadie tiene rabia, ya todo está bien. Sí, eso parece, porque la resignación es invisible (Ver: La Resignación, una Peligrosa Comodidad)
Maestros/as que ofrecen respuestas mucho antes de que los/as alumnos tengan oportunidad de pensar, de investigar, de traspasar los límites que propone el aprendizaje, de descubrir las propias respuestas.
Psicólogos/as que se dedican a dar consejos, cuando no a imponer conductas nuevas, antes que ofrecer los recursos para el autoconocimiento y la autonomía. (Ver: ¿Cómo es una sesión de Psicoterapia?)
En estos casos como en muchos otros, el planteamiento de acompañar y estar presentes en la elaboración de la rabia no parece viable, sobre todo porque es emocionalmente costoso y gasta tiempo. Es mucho más fácil decir: Haz lo que te digo, que permanecer en contacto con las sensaciones mutuas en una relación humana donde el cambio y el conflicto hacen parte de la vida, tanto como la concordia y la estabilidad.
Para salir de la jaula habrá que cruzar la puerta, pero eso no es todo. También habrá que atravesar algunas ventanas de cristal tan transparente, que posiblemente no se verán hasta chocarse con ellas, pero que la llave maestra de la consciencia permitirá abrir para gozar de un auténtico vuelo, en el que todas las emociones tengan tiempo, espacio y expresión.
3 comentarios en «La Rabia y su mala fama – Otras formas de Represión»
Muy ineteresante artículo;
Dar espacio a la rabia, para saber vivirla, para no temerla y seguir construyendo relaciones sanas.
Comparto que la rabia nos habla. El reto es escucharla y saber cuándo la puedo escuchar: ¿mientras me sucede?, ¿Después?. Estamos entre la represión y la rienda suelta a manifestarla sin ningún límite. Y, sí creo que en la medida que uno se vuelve más amigo de sus rabias, las conoce, se da el espacio de ver qué me las detona, dónde las siento, ayuda a que uno no las reprima sino a que uno las escuche, las conozca y no lo tomen por sorpresa. Sobre todo cuando de dañar a otros se trata, bueno y de dañarse uno mismo. ¿Cuántas veces no salen las rabias con personas que nada tienen que ver con lo que realmente me está pasando?. Siento también que hay rabias justificadas, pues entonces,¿Qué mecanismos puedo aprender para expresarlas que no sean los gritos y demás?
yo no me aguanto la rabia ante nadie, si la tengo la suelto pues adentro me hace mas daño. A unque digan que no soy «empatico», ¡ que palabra mas engañosa!.
Los comentarios están cerrados.