Según dicen esta humanidad se encuentra, ya no al borde sino en pleno abismo y en cuestión de segundos se nos pueden ocurrir ejemplos de diversa índole, para argumentar tan preocupante estado.
Sería muy fácil entonces dedicarnos, también aquí, a constatar inexorablemente lo mal que van las cosas, lo poco que avanzamos. Nos pondríamos así a tono con la sensación general y por tanto con el discurso cotidiano, pesimista, herido, cansado… lo cual por descontado es también válido y legítimo.
Lejos de dar la espalda a la consciencia de una realidad difícil o de intentar distraer con frases «positivas» las malas sensaciones, hoy quiero detenerme a recrear imágenes recientes, retazos de diversas experiencias que me han hecho creer que, tal vez, no todo está perdido.
Y no se trata de nada extraordinario… por ejemplo un paseo por el campo, una historia contada con cuidado, un circo extraordinario, un concierto en vivo y en directo, un baile con amigos, un par de viajes de esos que abren horizontes, algún descubrimiento en las páginas de un libro, un día interesante en el trabajo…
Un lugar común
Cuando hago este repaso me doy cuenta de cómo cada imagen pareciera estar unida con las otras por un hilo, conectando espacios, anécdotas y tiempos diferentes, llegando todas a un lugar común pero además muy bello:
El universo humano convertido en arte, produciendo emociones. La belleza de los movimientos que siempre dicen algo, la maravillosa estructura del cerebro, la elegante armonía de dos malabaristas, el sonido de un canto, la impactante sincronía de una orquesta, las palmas que hacen música, el vuelo de una danza… lo que es capaz de comunicar un simple gesto, sin palabras.
Así dan ganas de hacer parte de esta humanidad, tozuda y empeñada en destruirse pero a la vez tan capaz de renacer de sus cenizas.
Apetece conocer nuevos lugares, gente pensando diferente y a la vez dispuesta a respetarse. Dan ganas de apagar el móvil, relajar el cuello, mirar al frente y descubrir otros ojos abiertos al encuentro.
Apetece abrir espacios de contacto, de expresión de sensaciones donde podamos decir lo mal o bien que nos sentimos y tomarnos el derecho de existir más allá de nuestras circunstancias.
Conviene abandonar de vez en cuando el rincón del pensamiento y levantarnos para dejar mover el cuerpo, hacer alguna travesura y ocupar los espacios sin miedo a respirar o a equivocarnos… que para eso estamos.
La vida está siendo más fácil para algunos/as y menos para otros/as. Entonces interesa echar una mirada con lente solidaria. A veces con solo la presencia, la de verdad, con cuerpo y alma, podemos ofrecer y recibir algo que nunca imaginábamos haber necesitado.
Ponerse en el lugar del otro sale gratis, no hay excusa para no intentarlo y a veces ni siquiera es necesario salir de nuestro pequeño mundo. Todos los días tenemos al menos una oportunidad para vivir una experiencia en compañía.
«Todo va fatal y vamos a peor» seguramente, tal como anuncian las noticias y sus ecos en la vida cotidiana. Pero aquí estamos y estaremos por un tiempo más, según parece, hasta que la vida decidida a levantarnos cada día y la muerte que nos pisa los talones, decidan lo contrario.
Mientras tanto saquemos a pasear, aunque sea por un rato, el arte que nos hace tan humanos.