Miniduelos Cotidianos

La hora del encuentro es también despedida. La plataforma de esta estación es la vida de este, mi lugar… es la vida.
– Milton Nascimento​ & Fernando Brant​ –
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¿Cuántos duelos vivimos en un día? Seguramente muchos pero no nos damos cuenta. Son como “miniduelos cotidianos”, microscópicos, que aparentemente no cambian nuestra realidad inmediata, pero que sí nos pueden mostrar la manera como afrontamos otras experiencias de pérdidas más trascendentales.

Encuentros y separaciones

Por poner algunos ejemplos, muy cotidianos, muy simples y casi imperceptibles…

💧Nos encontramos, pasamos un rato o varias horas y nos separamos de las personas con quienes convivimos. Es un ir y venir constante, en el mejor de los casos es como una pulsación, viva y fluida.

💧Leemos alguna historia que nos encanta y no la queremos soltar, pero otras ocupaciones nos llaman y tenemos que dejar el libro, muy a disgusto a veces, esperando el próximo encuentro. Podemos esperar, si la confianza en el devenir de los acontecimientos hace parte de nuestro estar, en un mundo que no controlamos, como a veces nos gusta creer.

💧Vemos una serie y podemos saborearla minuto a minuto o, como bien saben quienes las producen, nos convertimos en voraces consumidores, negándonos de plano a soltarla hasta no saber qué pasará en el capítulo siguiente, y el siguiente, y el siguiente… y así sucesivamente.

💧Nos vamos de vacaciones disfrutando del presente, o nos cuesta desconectar del trabajo gran parte de los días, pero al volver ya ni nos acordamos de quiénes éramos, volviendo a pasar por la dificultad del ajuste a la «vida rutinaria», como decimos. Y a veces no hace falta ni siquiera irse de vacaciones: un fin de semana ya puede ser suficiente para experimentar ese vacío del domingo, que muchas personas padecen con bastante intensidad.

💧El día después de la fiesta nos despertamos vacíos de presencias y llenos de recuerdos de risas, de música y retratos… y de cosas por hacer para poner la casa, el cuerpo o la mente en orden.

Resistencia al cambio, una condición humana

Los cambios, por minúsculos que sean, nos pueden suponer incomodidad, desilusión, miedo, nostalgia, frustración o resistencia a avanzar. Tenemos tendencia a quedarnos en lo mismo y esto hace parte de nuestra condición humana.

Cambios, duelos, pérdidas, muertes… digámoslo como queramos, las vivimos a diario y pocas veces conectamos con lo que nos producen, cuando son verdaderas señales de nuestra manera de funcionar en las relaciones con los demás y con el mundo que nos rodea.

Como vemos, no hace falta tener experiencias extraordinarias para sentirnos vivos. Y aunque sea excitante conocer otros mundos, no es imprescindible viajar muy lejos para conocer el sol. A veces no le damos valor a la vida cotidiana, la de todos los días, esa que también nos permite descubrir y descubrirnos.

Miniduelos Cotidianos

¿Cómo percibimos nuestros miniduelos cotidianos? ¿Los percibimos realmente? ¿O puede ser que, mientras nos sentimos áridos y estancados, haya dentro un mundo interno que no sabe qué más monerías hacer, para ser tomado en cuenta?

En realidad, no tenemos que llamar al psicólogo cada vez que se acaba una serie o un libro y nos sentimos, como mínimo, extraños por el final de la experiencia.

Pero si cada vez que entramos en contacto con el vacío nos agobiamos, si los domingos o el último día de las vacaciones nos deprimimos, si cada mañana al despedirnos de los hijos o de la pareja para acudir cada quien a sus actividades, sentimos que se nos rompe el corazón, si no podemos poner el freno y nos zampamos una serie entera en un día, para después sentirnos fatal… podríamos plantearnos investigar qué pasa con nuestra manera de vivir el vacío que trae todo cambio.

💧¿Qué pasa con nuestra (in)capacidad de acercarnos y alejarnos con flexibilidad, de las personas y experiencias que afectivamente nos conmueven?

💧¿Qué pasa con ese malestar ante la expectativa del final, o sea de todo lo que inevitablemente tiene que acabar, sea una conversación, un tiempo de relax, un proceso creativo?

💧¿Qué pasa con nuestra manera de afrontar la incertidumbre, o de no afrontarla, poniendo sistemáticamente por delante nuestros conocidos mecanismos de defensa?

Puede ser que al ponernos al día en la gestión de nuestras emociones, cuando vengan los días felices podamos disfrutarlos, y cuando vengan los duelos… los que sí nos ponen la vida del revés, podamos recibirlos como parte del camino y elaborarlos con naturalidad, con todo el dolor que traigan.

Puede ser, no digo seguro pero sí más que posible, que nos venga bien revisar nuestra manera de vivir los miniduelos cotidianos, para comprender por qué nos sentimos insatisfechos, ansiosos y/o deprimidos con tanta frecuencia. Por qué sentimos que son los otros los equivocados, por qué nos cuesta tanto romper las inercias de nuestro carácter.

Puede ser que nos venga muy bien conocer nuestras experiencias infantiles con las figuras de apego, el cuidado y las carencias que en nuestros primeros años tuvimos y que nos permitieron o nos impidieron desarrollar la capacidad de flexibilizar nuestra respuesta a los cambios, nuestra tolerancia a la frustración, nuestra posibilidad de convivir con la incertidumbre o el vacío.

Tal vez venga muy bien aceptar apoyo y compañía mientras nos damos un tiempo de reflexión, de autoconocimiento y autocuidado, para no tener que vivir en esa ansiosa huída hacia adelante, consumiendo con tanta voracidad todo lo consumible.

Puede ser que venga bien dejarnos ayudar mientras buscamos respuestas a tantos por qués.