No temas a los monstruos. Sólo míralos. Así podrás verte a través de la luz de tu propia verdad.
Míralos, entonces no necesitarás maldecir los días que te pasan sin vivir. Se alejarán la tristeza, la envidia, la impotencia, el odio, la amargura y no tendrás que forzarte a lograr ese perdón edulcorado. Aparecerá en su justo momento.
Mira a los monstruos, no les temas. Así no querrás apagar la energía deslumbrante de los niños y las niñas que huyen de tu rigidez. Adolescentes y jóvenes podrán disfrutar de su intensidad sin tu mirada reprobatoria. Hombres y mujeres te contagiarán de su capacidad para sentir placer y encontrarás por fin en el espejo al fascinante ser que habita en ese cuerpo cansado de esperar.
Sólo míralos. Así no venderás tu libertad a cambio de una falsa promesa de seguridad. Las puertas se abrirán para construir un camino entre vientos suaves y ligeros. Podrás decir adiós sin dramas ni culpas ni miedos heredados y la sumisión ya no manchará tu identidad.
No les temas, míralos. Se irá el sufrimiento con las penas del pasado y el presente tomará su color nítido y brillante. Tu poder será tan fuerte que ya no tendrás que construir uno falso. La incertidumbre te llevará amorosamente entre sus brazos y el ansia de control volará con la odiosa prepotencia.