Iluminó el lugar la luz de una consciencia y escapó de sus labios una voz, con ese tono que irradia todo el cuerpo cuando uno se da cuenta de algo fundamental.
Una frase salió de su escondite y ella misma se sorprendió al pronunciar estas palabras:
«Nunca llorábamos normal»
Algo en su interior, o quizás vivencias posteriores, le mostraban un camino. Un sentido le informaba, como una brújula bien calibrada, que llorar era «normal».
«Normal» es una palabra muy tramposa, a veces pronunciada desde el miedo o la ignorancia y otras veces usada en función de dividir, juzgar, etiquetar… esas formas de escapar de la incerteza, tan conocidas hoy, tan habituales.
Pero en esta ocasión y en esta persona, decir «nunca llorábamos normal» sonaba a claridad, a luz, a comprensión.
Nunca llorábamos normal… Esta frase me llega a la memoria con frecuencia, junto con el recuerdo de su imagen, de sus ojos brillantes y su intento de expresar algo tan desconocido y a la vez tan natural. Y aún me llega la alegría compartida al final de nuestro encuentro.
Nunca – llorábamos – normal… tres palabras que juntas implicaban una historia, sensaciones contenidas, comunicaciones ambiguas, la formación de un carácter, la contracción de un cuerpo, la resonancia del pasado en sentimientos y actitudes presentes, la puerta a la resolución de algún conflicto actual.
Ella hablaba del cuerpo y sus dolores, de la frialdad con que vivía sus afectos, de las ganas de avanzar en su camino. Hablaba de la inseguridad, de la tendencia a la autodestrucción, del miedo a avanzar, de la poca confianza en los demás y del deseo de encontrar la ruta hacia sus verdaderos sentimientos.
Con una ingenuidad conmovedora, pareció volverse niña de repente y se recordó sentada en una silla de la mesa de su casa, haciendo de tripas corazón, mirando a los demás impávidos, ausentes, absortos en sus propios pensamientos o enfrascados en intrascendentes discusiones… y ella jugando a adivinar lo que habría más allá de sus murallas.
Nunca, hasta ese momento, imaginó que dentro de aquellos personajes había también mares de lágrimas represadas, historias olvidadas y gritos de silencio que por motivos que luego descubrió, no se expresaron cuando ella no sabía que llorar era «normal».
«Normal» es la tristeza y cuando el llanto le acompaña, las lágrimas son como un bálsamo que alivia las heridas.
Llorar no es sinónimo de debilidad, enfermedad o ganas de dañar momentos de calmas aparentes. Es una respuesta del organismo, consecuente con un estado emocional.
Así mismo, «normal» es el enfado cuando se ve frustrada alguna expectativa y por eso no deberíamos reforzar respuestas resignadas, asociándolas a la valentía o al buen comportamiento.
«Normal» es buscar apoyo psicoterapéutico cuando ese llanto o ese enfado no encuentran una lógica, o cuando no evolucionan hacia estados placenteros, sino que se quedan anclados en el sufrimiento.
«Normal» es el deseo de comunicar, de expresar sensaciones, de comprender nuestras emociones y las de los demás, de gestionarlas.
Cuántas veces vamos por la vida creyendo que sólo está bien lo conocido, que no hay más. Cuántas veces nos conformamos con el poquito de consciencia necesario para sobrevivir… y a veces malvivir. Cuántas veces la máscara se confunde con una supuesta personalidad, mal llamada «innata», o sea que no hay remedio, que «soy como soy y no puedo cambiar».
Una de las experiencias más emocionantes en el acompañamiento de procesos psicoterapéuticos, ya sean breves o profundos, focales o de apoyo, es la oportunidad de presenciar el darse cuenta. Ese momento en que parece encenderse una luz por dentro y todo cobra sentido para continuar indagando, descubriendo, liberando y desarrollando formas más auténticas de estar en el mundo íntimo y social. Esa real posibilidad de madurar, sin necesidad de morir en las garras de la rigidez.
Mi labor y mi deseo es que los adultos de mañana puedan decir: «en casa, en la escuela, en el pueblo, en el barrio, nosotros llorábamos normal».
Y para que esto suceda, seguramente a los adultos de hoy nos quede alguna que otra lagrima por liberar.