I.
Me miras de soslayo cuando encuentro el rumor
del músculo que sostiene el libro que no leo por ti.
Te veo huyendo del abismo que me sobreviene.
Yo te miro con la música que proclama tu caminar.
Tu me miras arrojando flores que me hieren.
La calle, guarda el secreto, huimos del suicido
que acontecería…juntos nuestros cuerpos.
Me asusta el verbo que viertes sobre mi,
serpiente que anida en mi pecho blanco.
Y recuerdo un futuro que no sabe cómo existir
golpeando las paredes de un poema y su luz.
Párvula en la enciclopedia de tu piel. Tiendes
una alfombra bajo mis pies, me precipito
al barranco de la oca, me licencias en anatomía.
Me corrompes las mentiras, me calas de verano,
instalado en mis rincones, eres célula anómala.
Ha dejado de dolerme la lluvia y tú cincelas
mis huellas de agua. Mi patria, se escribe en tus ojos,
mis ventanas, trepo a tus pupilas, incendias la calle.
Se mueren de hambre los gorriones sin tu pan.
Evangelizo de claveles, enuncio la insurrección del argumento
y entrego el pacto del pensamiento a esta guerra que no existe
sin el azul de tu mirada y tu boca.
Armada en mis cimientos, convoco al viento que me empuja
al cambio que acontece junto a ti, son mis labios amapolas insurgentes.
Me coronas secretamente de lirios y mi patio soleado me anega de trinos.
II
Pelear, pelear, pelear. Pelear para no amarte.
Espiga adentro vengo herida de amarillo hasta la médula.
Busco tu piel lunar y me arriendo la ganancia de mirarte.
Me traspasan tus azules y de tierra roja me extiendo,
hasta el cielo se hace verde, verde de río, verde de grana.
Nevada de color. Nunca tanta retama me ha calado los tejidos,
nunca las horas, la música renacentista, el vino y las rapaces
me arrimaron con tal furia a tu recuerdo. Nunca el agua
se hizo tan necesaria. Enloquecer de sed, agostada morir.
Atrás queda la torre, el principio de Castilla. La noble princesa
que murió de pena, roto el corazón por el olvido en su cuerpo
bárbaro. Allá, entre campos vírgenes, serán testigos los Racheles
de su diáspora fatal. Pasión errante y peregrina de una sombra.
De nada sirvió la torre, los fantasmas de los principales, las romanzas.
Las cerezas de los prados no lograron alcanzar la amapola de tus labios.
Enfermar de epidemia de tu piel y sus designios, quedar vencida
por tu voz, deambular posesa para tejer mi mundo de tu boca.
Asomada al vientre del verano, vengo a fundar nuestros pasos de ciudad.
Muere el desierto entre las piedras. Me urbanizo los cimientos,
sedimento mis andares tejida de la luz que rememoras, entrego las armas,
dejo la lucha, tiro la espada, rompo mi armadura y abro para ti el torreón.
Teresa Ramos Rabasa
1 comentario en «Poema «Como la Música» – Teresa Ramos»
Es muy buena idea esta pagina… Te felicito!!!!
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