¿Qué se se puede o no se puede encontrar en la consulta de un psicólogo? Sigue siendo frecuente cierta confusión a la hora de responder a esta pregunta. Vamos avanzando, pero aún falta bastante cultura en nuestra sociedad acerca de la función de la psicología y de la psicoterapia.
A veces somos nosotros mismos, psicólogos, quienes contribuimos a la confusión. Hace poco vi en la tele una noticia, por la época de las fiestas navideñas, alertando de los «riesgos de las reuniones familiares» y aconsejando cómo evitar los malos rollos. Entrevistaban a una psicóloga que daba «pautas sobre cómo mantener la armonía», entre las cuales se encontraban: no hablar, no expresar, no sacar temas de política ni de fútbol, decir que todo está genial, qué rica está la comida y qué bien lo estamos pasando. Y así todos contentos.
Me quedé sorprendida con estas «recetas del buen comportamiento» y recordé el desconcierto de personas que han llegado por primera vez a mi consulta, ansiosas, con miedo de fallar también en este lugar que, precisamente, existe para expresarse libremente, sin juicios y sin reparos.
No pienso que las fiestas deberían aprovecharse para sacar los trapos sucios ni para montar broncas innecesarias. Cada día del año es (o debería ser) una oportunidad para comunicarse y resolver los conflictos que hagan falta. Pero alimentar precisamente lo que enferma (la falta de sincera comunicación) porque es navidad, me parece una propuesta muy poco sensata, que nada tiene que ver con la salud mental.
Muchas personas que buscan ayuda, en principio solo saben que hay algo que no va bien y que no pueden gestionar solas su malestar. Hasta ahí todo encaja. Lo siguiente es aclarar las expectativas con respecto a ese encuentro y a la función de un/a psicólogo/a o de un/a psicoterapeuta en su vida.
¿Por qué me alargo tanto hablando de «psicólogo» y de «psicoterapeuta»? ¿Acaso no son lo mismo? No lo son. Pero de esto ya hemos hablado en otra ocasión, así que no lo voy a repetirlo aquí. Para aclarar sus diferencias, te invito a acceder al siguiente escrito:
Siempre viene bien hablar pero, cuando buscamos ayuda, no suele bastar con contarle nuestra historia al psicólogo o psicóloga que nos dio buenas vibraciones en Google, o que algún amigo nos recomendó. Según nuestras necesidades, podemos hacer uso de un espacio psicoterapéutico para desahogarnos de vez en cuando –y esto ya puede ser un alivio–, pero también podemos emprender un proceso de psicoterapia, lo que supone un tiempo, una frecuencia y una continuidad, que se acuerdan a partir de un diagnóstico, el cual nos proporcionará una guía para no perdernos por el camino.
Para tu información, te cuento que hay diferentes formas de atención psicológica o psicoterapéutica. Puedes leer la presentación de mi Consulta de Atención Psicológica en Denia, pero si no te encuentras en esta zona, has de saber que existe una buena cantidad de psicoterapeutas muy bien preparados también, en diferentes localidades de España y de otros países del mundo. Solo tienes que preguntar:
En ninguno de los casos, la persona que recibe ayuda psicológica tiene una posición pasiva en el espacio terapéutico. O sea que no es cuestión de esperar que, desde afuera, aparezca la respuesta que te va a sacar del problema. Lo que sí tenemos, como profesionales, son años de estudio y de experiencia, y por ello contamos con recursos clínicos para acompañarte en la búsqueda de tus propias respuestas.
La falsa expectativa de encontrar fórmulas rápidas para calmar la ansiedad, las depresiones, los miedos o cualquier tipo de conflicto, no es nada novedosa. Sin embargo, considero que esta ilusión se ha agudizado en los últimos tiempos y que responde, en parte, a factores psicosociales que vale la pena resaltar:
Nos hemos convertido en devoradores de información, dejando de lado el ejercicio del análisis, del descubrimiento, de la creatividad, de la búsqueda, de la comprensión de los procesos, que nunca son lineales. Así, nuestra mente se ha habituado a querer –cuando no a exigir– respuestas concretas, generalizadas e inmediatas en perjuicio de la capacidad de asumir nuestra singularidad.
Esto nos coloca en una situación muy difícil, cuando entramos en el terreno emocional, que no funciona a base de algoritmos ni de básicos estímulos-respuestas, sino que abarca una complejidad enorme y a la vez encantadora.
Psicoterapia: ni máquinas ni recetas
Al renunciar a la complejidad de nuestro mundo emocional, con sus complicaciones e incertezas, le damos cada vez mas poder a diversos aparatos a los que nosotros mismos dotamos de inteligencia. Pero ni una máquina, ni una persona, por más lista que sea, debería quitarnos la experiencia de elegir nuestros caminos o definir lo que debemos sentir o no sentir.
Yo no quiero renunciar a la emoción ante el encuentro con la mutua consciencia en las sesiones de psicoterapia, mientras acompaño a personas que asumen sus procesos y recuperan poco a poco la capacidad de vivir la frustración, el miedo, el placer, el amor y la alegría, sin máquinas ni recetas.
En la Psicoterapia Caracteroanalítica nos arriesgamos al encuentro con el vacío de un silencio, con la espera, con la sinceridad de un cuerpo que no siempre comprendemos, pero que constantemente nos da las claves para conocerlo.
Por último, yo no quiero que nada ni nadie me diga lo que tengo que escribir para evitarme la dolorosa experiencia de la página en blanco. Sí quiero que todos los avances tecnológicos de los que hoy disfrutamos, nos sigan permitiendo conectar nuestras pantallas a través de estas letras.
En eso estamos y en eso seguiremos...
