Alguna vez alguien me dijo que le parecía muy bien que los terapeutas caracteroanalíticos insistiéramos tanto en eso del contacto, pero que agradecería mucho que fuéramos algo más concretos al explicar su significado. Quien acabó agradeciendo este comentario fui yo, al constatar que nuestro lenguaje, tan obvio para quienes vivimos inmersos en el mundo de la Psicoterapia Caracteroanalítica, no lo es para quienes se acercan a ésta con el fin de encontrar allí una vía de resolución de sus conflictos emocionales.
Más allá de la teoría
En realidad no es demasiado importante si se entiende o no este concepto intelectualmente y de nada sirve si no hace parte de la vivencia, como pasa con todo lo relativo al paradigma reichiano. Este discurso, al hablar de lo vital, lo natural, lo humano, no se reduce a una aséptica teoría alejada de la realidad de cualquier persona.Wilhelm Reich era un hombre sencillo. Con una mente privilegiada pero con una manera de ver el mundo especialmente ligada a la naturaleza y a lo auténtico. Por esta razón, fue muy sensible al descubrimiento de cómo la falta de contacto con uno mismo y con el mundo, tenía estrecha relación con una disminución de la capacidad de vivir psíquica y físicamente saludable.
Pero, ¿cómo es posible no estar en contacto con uno mismo y/o con el mundo?
Es un cuestionamiento muy válido, porque falta de contacto con uno mismo y con el mundo, pareciera tener que ver específicamente con quien se aísla en una especie de autismo evidente. Y en realidad es mucho más complejo.
Imaginemos a una persona que parece muy abierta, con una envidiable popularidad en las redes sociales, con aparentes recursos excelentes para comunicar, con interesantes contactos en todas partes para escalar en el mundo laboral, social y/o económico. Es decir, imaginemos a ese hombre o a esa mujer que nos vende la publicidad de cualquier coche, perfume, maquinilla de afeitar o artículos de decoración para una linda casa.
Parecería una herejía decir que a esta persona le falta contacto consigo misma y con el mundo. Pero es que detrás de lo aparente se encuentra una compleja dinámica de impulsos que han sido reprimidos y que han dado paso a una especie de sucedáneos, como para que no se note tanta inhibición. Y esto es lo que en el análisis del carácter se desvela, en el momento adecuado.
Entonces, lo que a primera vista se ve no necesariamente es lo que hay en el interior. Puede que sí, puede que no, pero dentro de una persona tan aparentemente sociable también puede haber una fuerte ansiedad, angustia y miedo de no ser aceptada o querida, lo cual suele guardar estrecha relación con una biografía de carencias afectivas y experiencias que tarde o temprano salen a la luz durante un proceso psicoterapéutico.
La máscara del hiper-contacto
Lo más paradójico es cuando su hiper-contacto no es más que una máscara que revela precisamente lo contrario: una incapacidad de estar auténticamente con otros y, sobre todo, una enorme dificultad para tomar contacto con sigo mismo/a, en el encuentro con su soledad.
Pensemos ahora en una persona que se muestra indiferente ante los demás. Ese hombre, esa mujer que nos hace sentir como si no le importáramos en absoluto, como que en su presencia hubiera que pellizcarse para comprobar que estamos vivos. La primera conclusión, según también las percepciones condicionadas por nuestro propio carácter, es que no somos interesantes o tal vez que simplemente no somos de su agrado. Pero imaginemos que podemos tomar un escáner de la historia de esa persona y descubrimos que se caracteriza por una decepción tras otra, desde edades muy tempranas. Seguramente cambiaremos de percepción y podremos comprender que la actitud de indiferencia no es más que una expresión de su defensa, que le “salva” de tomar contacto con los demás y así evitar lo más temido: otra decepción.
Imaginemos también a esa persona tan servicial, tan emotiva, tan sensible, tan dispuesta a ayudar en todo momento, que al final uno acabaría pensando que es la perfección andando, excepto por la sensación que queda después, de haber sido como chupado energéticamente. Reich decía que personas con estos rasgos de carácter suelen expresar con su actitud una enorme tendencia de apoyarse en los demás y una fuerte necesidad de evitar los impulsos agresivos, así como de compensar la falta de contacto con el mundo.
Una batalla interior
Entonces lo que parece no siempre es lo que es. La falta de contacto es la expresión de esa batalla interior entre lo que está reprimido y lo que reprime. Es lo que sucede, por ejemplo, cuando ante la imposibilidad de afrontar un conflicto, alguien dice que le resbala lo que sucede.
Capas de la coraza caracterial y muscular (Ver) que se van desarrollando y construyendo muros entre uno y su interior, entre uno y el mundo que le rodea. Capas que nos van aislando de las sensaciones, de la capacidad de emocionarnos, de la posibilidad de sentir amor, tristeza, frustración, alegría… vida.
Capas que pueden hacerse conscientes y, en el trabajo caracteroanalítico –con la herramienta psicocorporal– abordar para disolver ese muro, de tal manera que nos permita reabrir una ventana al mundo en una realidad muy diferente a la de las múltiples relaciones artificiales que, por más que queramos creerlo y hacerlo creer, no nos están gratificando.
Una realidad REAL, con sus más y sus menos, pero con sus infinitas posibilidades de vivirla en un contacto auténtico con nosotros/as mismos/as y con el mundo que nos rodea.