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Rupturas, Cambios… Crecimientos

Rupturas, cambios y crecimientos, como si el cuerpo diera un giro y se pusiera al revés, sin lógica ni sentido

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4 mins
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Son las rupturas, esos cambios drásticos que se presentan una que otra vez en la vida y que aunque nos parezcan extraordinarios son parte ineludible del camino. 

Como si el cuerpo diera un giro y se pusiera al revés. Como una película de ficción en la que algo compacto se convierte en diminutos trozos sin lógica ni sentido. 

Hay rupturas elegidas y otras que no lo son. Y tanto unas como otras significan cambio, desequilibrio, distorsión y algo igual o muy parecido a la pérdida.

La incomodidad del cambio

A veces se viven como verdaderos descalabros, incluso como fracasos. Y a la incomodidad del cambio se suma el desconcierto por no entender lo que le sucede al cuerpo ni a la mente. Cuando esto pasa hay miedo y confusión y se enredan los hilos que tejen el universo psíquico  y somático.

Rupturas, algunas necesarias para la evolución personal porque siempre viene bien romper con los moldes y los hábitos. Es la única manera de pasar a una nueva fase y aunque parezca extraordinario es simplemente un peldaño más dentro del proceso de crecimiento.

Las vivimos con intensidad por su forma de  presentarse abruptamente. Y aparece el  sufrimiento cuando no nos hemos percatado de su inminente presencia, cuando hemos estado acumulando sin notarlo ni expresarlo, tensiones, sensaciones o emociones como si fueran piedras que han estado habitando en un globo que se infla por dentro de nosotros y que evidentemente tenía que explotar algún día. 

Rupturas vitales

Y entonces uno siente que va a estallar.  Viene un cambio. Hay una necesidad de romper y pasar a otra cosa, como en la metamorfosis de Kafka, como en el proceso de la oruga que se convierte en mariposa. 

Cuando hablamos de ruptura, es fácil que aparezca la imagen de una pareja rota. Es un excelente ejemplo pues hay pocas rupturas que muestran su proceso tan claramente. Sin embargo hay muchas más. Los cambios de la edad, los intereses, las costumbres, la manera de trabajar, de expresarse, de relacionarse, de estar en el mundo. 

De pronto, lo que antes se integraba perfectamente en la vida, ahora no cuadra y la insatisfacción emborrona todo lo que se hace. Más allá de las expectativas creadas y de las promesas respondiendo al “no cambies nunca”, nuevas necesidades aparecen para derrumbar ese estatismo tan aburrido como antinatural.  

La manera de vivir las rupturas y los cambios dependen en gran medida del carácter

Podemos pasar estos momentos ahogados en la ciénaga masoquista, esperando que el mundo se nos caiga encima mientras decidimos si culpamos a Dios, al Diablo o al vecino. 

También echando para adelante sin contacto ni consciencia como el gato al que nada le afecta pero que se retrae defensivo ante el más mínimo amago de cercanía.

O pensando sin parar, anticipando acontecimientos, fantaseando planes A, B, C y Z por si pasa lo que tal vez no pase nunca mientras lo que sí pasa es la vida sin vivirla. 

A veces las rupturas son tan definitivas que el cambio parece un tsunami, en el cual es imposible volver a juntar las piezas como estaban. Y de eso se trata. De empezar de cero. 

Otras veces, las rupturas se dan dentro de dinámicas que consiguen permanecer precisamente gracias a sus cambios. Son  aquellas en que se han aprovechado los conflictos y las crisis para actualizar, para limpiar y para crear nuevas formas de estar más acordes con el momento presente. 

Porque no hay una forma de ser correcta. La única adecuada es la que  mejor refleje nuestro estar presente. Y es el permanente movimiento el que puede hacer de nosotros personas estables y comprometidas con relaciones movilizantes, frescas y vivas. 

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