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La Resistencia al Cambio y la Vía de la Consciencia

En Psicoterapia, la resistencia al cambio aparece de diversas formas y es necesario hacerla consciente para llegar a un buen término del tratamiento

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Hay momentos en que el cambio es algo deseado. Se lucha para conseguirlo, se pasan horas visualizando el día en que eso que se quiere se haga realidad. Y, en ocasiones, llega por fin lo que se había esperado por tanto tiempo. Sorpresivamente, no todo es como se había imaginado, especialmente la propia reacción a la novedad. Es cuando hablamos de la resistencia al cambio.

Es relativamente fácil vivir en las posibilidades, deseando, añorando algo que se espera conseguir, sintiendo la incompletud de lo que está por llegar. Más que fácil, es que hay una tendencia a la costumbre. Parece increíble, pero uno se puede acomodar a un permanente estar «a punto de» y quedarse ahí, sin dar un paso contundente ni hacia adelante ni hacia atrás, o bien, dando vueltas en círculo para llegar siempre a lo mismo.

En ocasiones, se presenta la realidad del cambio deseado. Es este el momento de saltar al otro lado. Y hay quienes lo consiguen. Pero también hay quienes se resisten de tal manera, que el inconsciente se pone en marcha para evitar a toda costa una modificación de lo que ha sido, hasta ahora, la dinámica personal.

Se le llama resistencia al cambio. Freud habló detalladamente sobre el tema y Wilhelm Reich se tomó muy en serio, tanto que la terapia reichiana se ocupa en gran medida del análisis de las resistencias.

La resistencia, según W.Reich, es un producto de las fuerzas inconscientes que intentan frustrar el cambio. En el espacio terapéutico aparece constantemente con diversos disfraces y es necesario desvelarla y hacerla consciente para llegar a un buen término del tratamiento psicoterapéutico

En la vida cotidiana también están presentes las resistencias. Pero recordemos que el carácter hace uso de sus defensas para algo. No aparecen porque sí, sino que tienen alguna función.

Y ¿cuál es la función de la resistencia al cambio?

El cambio, aunque sea el más feliz y deseado, suele traer consigo ansiedad, angustia, estrés y a veces miedo o inseguridad. Se trata de dejar lo conocido por lo nuevo. Y lo conocido, aunque no fuera lo mejor, era controlable de alguna manera. Lo nuevo no. Se pone en juego la identidad, que se construye de las experiencias que se van viviendo, de los objetos que se poseen, de las personas con quienes uno se vincula, del sitio donde se vive, del trabajo que se realiza. Cuando algo de esto cambia, hay un desajuste y se necesita un tiempo para reubicarse. Depende de la rigidez o de la flexibilidad de la coraza, la capacidad de hacer frente a ese malestar que supone un cambio. (Ver más sobre la coraza)

Pasar por una resistencia no es ni raro, ni malo. Es la forma que tienen los sistemas psíquico y somático de protegerse de algo que resulta desagradable. Pero eso no quiere decir que haya que quedarse ahí, estancado, sin hacer los cambios que se necesitan para evolucionar en cualquier aspecto de la vida. Por eso, la clave no está en si hay una resistencia o no la hay, sino en hacerla consciente y descubrir los motivos por los cuales se ha asentado, boicoteando el crecimiento y, muy frecuentemente, tergiversando la propia percepción de la realidad para evitar la ansiedad que suponen esos cambios. «Dar el paso» supone una coincidencia de sensaciones que, bien gestionadas, suelen llevar a la vital experiencia del crecimiento, hasta que un nuevo cambio impulse a reiniciar la acción.

Desde esta perspectiva, la salud consiste en la capacidad de gestionar los cambios, haciendo conscientes las resistencias que los impiden y dando paso a la transformación según el ritmo, las posibilidades y los límites personales.

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