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Secretos a Desvelar

Hay secretos que claman por ver la luz. Son aquellos que hacen mella en el interior y pensamos que no habría nada más grande que encontrar a alguien capaz de escuchar por unos minutos, o por las horas que hagan falta, lo que nos oprime por dentro

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¿Y quién no tiene secretos? Por supuesto que los tenemos. Algunos de ellos nos parecen inconfesables, otros más bien innecesarios. Nos gusta sentir que nos reservamos una parcela de intimidad, un espacio que nos permitimos habitar en la más absoluta soledad

Pero hay algunos secretos que claman por ver la luz. Son aquellos que hacen mella en el interior y pensamos que no habría nada más grande que encontrar a alguien capaz de escuchar por unos minutos, o por las horas que hagan falta, lo que nos oprime por dentro.

Cada uno y cada una de nosotros/as tiene al menos una historia que contar. Y tenemos una complejidad imposible de expresar en los cinco minutos que dura un saludo al amigo que nos encontramos en la calle por casualidad o a quien pronuncia un desconectado ¿cómo estás? mientras mira el reloj con las prisas de la vida cotidiana.

Se cree en ocasiones que a cada uno le toca lidiar con sus propios dramas y que compartirlos es una muestra de debilidad. Esto, sumado a la creciente tendencia a la individualidad de nuestros tiempos, hace que vivamos en un aislamiento a veces excesivo y que las experiencias dolorosas que podrían ser vividas con cierta ligereza, se conviertan en motivos de sufrimiento crónico o innecesariamente intenso.

Cuando contamos algún secreto que ha estado haciendo daño en nuestro interior, podemos sentir casi de inmediato los efectos beneficiosos pues, aún sin darnos cuenta, éstos han estado buscando la manera de ser expresados y lo han hecho de forma inconsciente, ya sea por medio de sueños, de comunicaciones indirectas, de historias ajenas.

En realidad, al contar un secreto no se busca una respuesta ni un consejo, que incluso pueden resultar incómodos. Porque lo que se necesita es la revelación de algo que ha pedido ser desvelado y para esto es importante que la persona que esté al otro lado sea capaz de empatizar en una atmósfera de confianza y seguridad, porque si no fuera así, bastaría con una pared o una mascota.

Sobre los secretos se han hecho diversas investigaciones. Una de ellas muestra cómo el simple hecho de contar un secreto que ha estado minando la identidad y por lo tanto la autoestima, no sólo tiene como consecuencia un alivio psicológico sino que también tiene efectos como mejorar el funcionamiento del sistema inmune, reducir las visitas al médico o disminuir los niveles hormonales del estrés. (Pennebaker, 1985)

Entonces, la motivación para mantener oculto o para confiar un secreto a alguien interfiere en el nivel de bienestar. 

En general, guardamos secretos para mantener nuestra reputación. Nos gusta presentarnos sin grandes sombras y depende de los valores que hayamos integrado, lo que nos parece vergonzoso o digno de admiración.

Sea lo que sea, mantener un secreto que nos resulta vergonzoso supone una fuerte carga cognitiva y emocional. Esto ya es bastante para plantearse un cambio. Pero es que además, esta carga puede acabar afectando la vida cotidiana así como la percepción, la capacidad de atención y concentración, la imagen de sí mismo/a y las relaciones con los demás.

Podríamos decir que hay dos tipos de secretos: Los que preocupan, avergüenzan, minan la autoestima y trastocan la identidad. Estos son los que vienen con un alto nivel de estrés. Los otros, aunque no tienen que ser menos grandes o importantes, no causan preocupación y ni siquiera hay necesidad de hablar sobre ello.

La clave entonces está en cómo nos afecta y no en la dimensión del hecho ni en su carga moral. 

En el Journal of Experimental Psychology  pidieron a alrededor de 1000 personas que contaran sus secretos más ocultos. Con esta información realizaron un estudio en el que mostraron cómo lo que no contamos suele estar relacionado con lo que está mal visto social o éticamente. Estos son sólo algunos de los secretos que guardamos:

💧Abortos y embarazos

💧Comportamiento sexual

💧Creencias o ideologías

💧 Historias familiares

💧 Insatisfacción con la pareja

💧 Amores “inconfesables”

💧 Insatisfacción o mal rendimiento en el trabajo

💧 Estado de las finanzas

💧 Aficiones poco comunes

💧 Orientación sexual

💧 Infidelidad

💧Relaciones ocultas

💧 Traumas por abuso ya sea en la infancia o en la edad adulta (Abuso sexual, laboral, moral)

Muchas veces el miedo impide revelar un secreto que nos preocupa. Miedo al juicio, al castigo, a no encontrar comprensión, a que la información se difunda y perder la intimidad. Son miedos legítimos pero aún así resulta más perjudicial mantener el silencio. Tal vez habría que afinar al elegir a la persona adecuada para contar el secreto. La beata o el cotilla del pueblo no parecen ser los interlocutores adecuados.

Por supuesto que tenemos derecho a guardar nuestros secretos. Y sobre todo, somos libres de elegir a quién se los contamos.

Pero gestionar la vida también supone discernir cuáles de estos secretos se pueden quedar en la intimidad con salud y cuáles sería mejor sacarlos de dentro para que nos dejen vivir en paz.

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