Trauma significa desequilibrio, herida, dolor, terror… y posibilidad de superación.
Es cuando presenciamos un acontecimiento que produce daño o muerte de alguna persona o cuando recibimos una noticia inesperada y trágica, que pone en peligro la seguridad y la estabilidad.
Trauma es cuando en un momento temprano del desarrollo infantil experimentamos el vacío, la violencia, la ausencia o la desatención por parte de las personas de quienes dependemos.
Es cuando inesperadamente nos damos cuenta de que lo que creíamos que era, ya no es. Trauma es cuando violentan nuestro cuerpo o nuestra identidad.
Trauma es cuando no tenemos tiempo para elaborar los cambios inesperados y nuestro sistema se pone en marcha para defenderse del impacto emocional.
Es alegrarse por sobrevivir y a la vez desear morir. Es pensar y volver a pensar en lo sucedido, mantenerse alerta, vivirlo todo con intensa sensibilidad.
Reaccionar al estrés después de un trauma es algo natural incluso para las personas más fuertes del mundo. Más aún, la aparente normalidad días o semanas después de un evento traumático resulta verdaderamente sospechosa.
No nos gustan estos momentos. A veces ni siquiera se comprenden y eso da miedo, pues con el desastre acontecido se ha perdido temporalmente la capacidad de controlar las situaciones.
El futuro se ve oscuro. Concentrarse o tomar decisiones resulta imposible. El estado de alerta es como un salvavidas. La ansiedad, la culpa, los recuerdos y los sueños perturbadores se repiten cada día.
A veces simplemente no se siente nada. La indiferencia toma la delantera y da igual que vengan los amigos a intentar animar. El retraimiento y la desconfianza aparecen como escudos protectores contra cualquier amenaza de repetir la experiencia traumática.
Y con todo eso, la vida sigue…
Sí. Aún cuando no lo creamos la vida sigue. Pero retomarla supone un tiempo y de nada valen los intentos por recuperarse pronto. La recuperación es un proceso continuo y gradual, aunque nunca se olvide lo ocurrido.
Así pues, si es imposible dejar de pensar en todo momento en lo sucedido, si la vida social, afectiva o laboral se ven truncadas por miedos relacionados con el trauma, si dormir resulta una odisea, si aparece una depresión o ansiedad o si desaparece el interés en actividades antes placenteras, hay que saber que existen tratamientos para recuperar el equilibrio perdido.
La Psicoterapia Caracteroanalítica es un buen recurso ya que, además de ayudar a expresar las emociones contenidas, se basa en la recuperación del equilibrio del Sistema Nervioso Autónomo, que es el primer afectado después de la vivencia de una situación traumática.
A veces, los traumas dejan secuelas que habitan en el inconsciente, por ejemplo cuando han acontecido en los primeros años de la infancia. Allí están bien, siempre que no se despierten los síntomas del estrés post traumático que las defensas han conseguido apaciguar. Pero esto es como pretender que un bebé no se despierte cuando suena la verbena al lado de su cuna.
Lo que sucede con más frecuencia es que aparezcan los famosos flashbacks, que son imágenes, sonidos o percepciones que se experimentan sin encontrar un significado acorde con la realidad presente. Son señales, avisos, como una especie de tomas rápidas de películas aparentemente ajenas, pero que no lo son.
Diferentes experiencias de la vida presente pueden despertar estas imágenes y las sensaciones que le acompañan reflejan la memoria del cuerpo, que no olvida.
Nuestro cuerpo y nuestra mente tienen los recursos necesarios para superar los traumas. Sólo hay que darles tiempo y confiar en la naturaleza de nuestro sistema. Y si por cualquier motivo se cierran las vías de descarga del estrés producido a pesar del paso del tiempo, siempre se puede buscar ayuda para recuperar las funciones que lo permitan.
1 comentario en «Después del Trauma»
Qué buen artículo María Clara. Para soportar lo que aún llevamos dentro
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