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Anorexia y Bulimia, la Suspensión en el Tiempo

Anorexia y Bulimia se refieren a la “suspensión en el tiempo”, entre el pasado infantil en el que ya no se puede estar y el desarrollo evolutivo que no se puede asumir, sumado a la imposibilidad de nombrar los estados afectivos, por lo que existe una dificultad para expresar verbalmente las emociones, siendo el síntoma su portavoz

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La mesa de la comida… ese lugar donde compartimos confesiones, risas, cotilleos. Esos momentos donde se integran las experiencias familiares, la memoria oral, la transmisión de valores. Comer juntos no solo es cuestión de alimento físico. Fortalece lazos, reproduce vínculos y también, en ocasiones, manifiesta síntomas que a veces nos cuesta comprender. 

Porque mientras nos relacionamos… ¡también comemos!

Mucho se habla de la alimentación y cada vez más relacionada con las exigencias estéticas del momento, en un ir y venir de híper informaciones, permanentes dobles mensajes que muy pocas veces se acercan a la realidad de miles de personas que no se encuentran en su cuerpo. 

Esto sucede por la tendencia a simplificarlo todo, incluidos los procesos del cuerpo. Hablamos, por ejemplo, de bulimia y de anorexia pensando que bulimia es comer mucho y anorexia es comer poco. Y ahí nos quedamos, cuando la cuestión es más compleja. Vamos, entonces a aclarar de qué estamos hablando. 

Anorexia y bulimia, parecidas pero diferentes

Empecemos por las semejanzas. Ambos trastornos, tanto la anorexia como la bulimia, conllevan una preocupación excesiva por el aumento de peso y están asociados a una autoimagen negativa del cuerpo. Pero los intentos de aliviar el sufrimiento son diferentes. 

Puede que te pase a ti, y si no te pasa seguro que puedes imaginarlo: 

💧Sientes un impulso incontrolable de comer y vas picando por aquí y por allá compulsivamente, abriendo nevera, despensa, pillando chocolates, fiambres o galletas y te metes en la boca lo que encuentras, buscando saciar una especie de “hambre” muy extraña. O sea que te das “atracones” y el consecuente malestar generalmente se resuelve vomitando, así que las calorías consumidas no se verán en tu cuerpo. Cuando pasa el atracón, te sientes culpable por haberte pasado tanto, entonces te “pones las pilas” con los planes del gimnasio, las dietas o los laxantes… hasta que vuelve a empezar el “hambre” y con éste el siguiente atracón, entrando en un bucle del que no sabes cómo salir, porque además, a los sentimientos de culpa se suman malestar, depresión y/o ansiedad. Y todo esto lo vives en secreto por lo cual ese padecimiento interior puede pasar desapercibido a las personas de tu entorno. Mientras nadie se de cuenta de este círculo vicioso “vacío-lleno”, todo está aparentemente bien. A esta forma de relacionarte con la comida se le llama “bulimia”.

💧 No tienes atracones ni te pasas con la comida, ni vomitas. Simplemente no comes. O sí… lo mínimo para mantenerte con vida. Rechazas lo que te ofrecen y te ves en el espejo como si tus ojos tuvieran una lente que aumenta el grosor de tu cuerpo aunque, desde fuera, todos te vemos demasiado delgada para tu edad y tu estatura, y obviamente tu cuerpo reacciona con síntomas asociados a la malnutrición. Es tu forma de protestar, por medio del cuerpo… ¿Protestar a qué? Ahí ya tendríamos que entrar en tu mundo interior, pero de entrada suena a no poder expresar directamente tus enfados, tus necesidades o lo que te diferencia de tu entorno. Mientras tanto, cada pequeña “imperfección” detectada en tu cuerpo hace que te sientas fatal y tu meta se convierte en conseguir un cuerpo de revista. Pero recuerda lo de la lente. Lo que ves en el espejo suele ser muy diferente de lo que se observa desde el exterior, porque tu percepción anda bastante distorsionada. A esta forma de relacionarte con la comida se le llama “anorexia”.

Esto, en los dos casos, es lo que acontece a nivel objetivo. Pero eso no es todo: 

Los cuerpos hablan, por medio de un lenguaje implícito. Cuerpos que dicen lo que la consciencia no alcanza a detectar. Formas indirectas de expresar la resistencia a crecer, modos de protestar ante el agobio, el miedo, la impotencia ante algo que impide el fluir de la vida.

¿Y qué es lo que impide el fluir de la vida?

Cada quien sabrá en su experiencia personal lo que le impide fluir. Pero tomando en cuenta que la gran mayoría de personas con estos tipos de trastorno alimenticio son mujeres adolescentes y jóvenes (Ver estudio reciente), podemos comprender que el entorno participa de alguna manera en estos procesos. 

Estudios sobre el tema hablan de algunos conflictos generacionales relacionados con la voluntad de los y las jóvenes para elegir caminos vitales diferentes a las de sus figuras de autoridad, y cómo los trastornos de la alimentación son portavoces de la dificultad de integrar sus deseos y necesidades. 

Anorexia, bulimia y dinámicas familiares

En este espacio no hablamos de culpas ni de juicios, sino de comprender las dinámicas de relación, incluidas las familiares, para encontrar puertas de salida a una situación que está afectando directamente a un miembro del sistema, pero que seguramente está hablando de éste en su conjunto.

Entonces, sin ánimo de entrar en rígidas caracterizaciones, sí podemos encontrar algunas coincidencias en familias donde alguno de sus miembros presenta síntomas relacionados con los trastornos de la alimentación, concretamente anorexia y/o bulimia.  

En el libro del equipo coordinado por Luigi Onnis: El tiempo congelado. Anorexia y bulimia entre individuo, familia y sociedad, se habla de varios estudios al respecto. Esta es mi interpretación, muy resumida, de lo que se expone acerca de las características más frecuentes en sistemas familiares con casos de anorexia y bulimia

💧 Fuerte aglutinación. Somos tan unidos que lo que le pase a uno es como si les pasara a todos y formamos una piña tan compacta que, sin darnos cuenta, nos apretamos e incluso ignoramos los límites físicos y emocionales, con lo que es frecuente la tendencia a la intrusión en los espacios, pensamientos, sentimientos y acciones de los demás. Esta imagen de familia, muy idealizada, hace que se sacrifiquen necesidades y elecciones autónomas, ya que cualquier gratificación solo es posible si incluye a los demás pues “la familia es lo primero”. 

💧 Evitación del conflicto. Cualquier manifestación de desacuerdo está fuera de lugar y esto se comunica muchas veces de forma no verbal, porque ya sabemos que un gesto puede decir más que mil palabras, incluido el gesto de la condescendencia infantilizadora, que si hablara diría algo como:“qué graciosa la niña, las cosas que se le ocurren”… El caso es que, impidiendo el desacuerdo, se bloquea también la definición de las relaciones y cualquier posibilidad de diferenciación individual. Esta evitación suele responder a temores de que, si se afrontaran los conflictos, en vez de procurar una transformación evolutiva de los lazos familiares el sistema se derrumbaría, pues se rompería la unidad.

💧 Por lo anterior, la imagen de la familia es de aparente armonía. Cualquier tema pendiente de resolver es neutralizado por el inminente problema de la anorexia y si algún otro conflicto se manifiesta, este tiene que ver siempre y únicamente con las dificultades alimentarias de la hija. Entonces “como la niña está enferma”, no tenemos que hablar de nuestros conflictos de pareja, de nuestras insatisfacciones, de nuestros proyectos frustrados.

Esta apariencia de cohesión puede hacernos pensar que allí uno se siente querido, protegido y seguro. Pero no es así. Al contrario, se esconden a menudo vivencias de soledad, de aislamiento y carencia de intercambios afectivos y esto se ve muy claramente cuando se exploran los niveles más profundos de las dinámicas familiares. Porque aquí entramos en el terreno del “pseudo-contacto” tan frecuente en nuestros tiempos.

Pero no todo es familia

De todas maneras, las dinámicas del sistema familiar no son las únicas responsables de un trastorno de alimentación. Para comprender estos procesos, es necesario tomar en cuenta como mínimo tres factores

  • La cultura, que en nuestro mundo occidental se asocia al consumo y a la búsqueda del bienestar, cuando a la vez se transmite un ideal de delgadez entre tanta abundancia de producto consumible. 
  • Las características individuales, que hacen de ese consumo un síntoma. Aquí ya entramos en el terreno personal, en la manera como cada quien resuelve sus conflictos internos. 
  • Y ahora sí, las dinámicas de relación, que se reflejan con bastante nitidez en el sistema familiar, como hemos visto. 

Anorexia y bulimia responden a las tres influencias arriba indicadas y ninguna de ellas, por sí sola, es suficiente para provocar este trastorno.

Así es como los más jóvenes tienen muy difícil eso de hacerse adultos y los mayores de evolucionar en su camino vital. Los roles poco definidos, la exigencia directa o indirecta de asumir funciones que no les corresponden, la híper atención que les hace sentir incapaces para la vida, la negación de necesidades propias en favor de la prevalencia del sistema, la sensación de vivir en un cuerpo ajeno, hacen que un síntoma tome la voz y exprese el malestar que supone no desarrollarse naturalmente. Y esa voz se llama, en este caso, “sustracción anoréxica” o “compulsión bulímica”. 

La suspensión en el tiempo o “el tiempo congelado”

Los procesos del cuerpo reflejan nuestras vivencias internas y esta no es la excepción. La anorexia y la bulimia no solo responden a aspectos físicos ni se limitan a hábitos, básculas o calculadoras de calorías. El alimento contiene significados muy complejos relacionados con nuestra historia personal, con nuestro desarrollo psicoafectivo desde los primeros tiempos de vida, con las relaciones, los vínculos y los afectos. 

Así es como el cuerpo se convierte en un vehículo de expresión de sentimientos que no se pueden expresar de otra manera. 

Por poner un ejemplo, dentro del campo psicoanalítico se habla de “ambivalencia” para referirse a sentimientos encontrados, en este caso entre el rechazo (vómito, negarse a comer) y, a la vez, la necesidad de cercanía con las figuras de apego. 

En el caso de la anorexia, la ambivalencia podría reflejarse en el rechazo de la comida, que permite mantener una postura de oposición adolescente sin por eso renunciar a la dependencia de la infancia. Como expresa Luigi Onnis en el libro antes mencionado:

Es el intento extremo de mantener una suspensión entre pasado y futuro, la experiencia ilusoria de un “tiempo congelado. – L. Onnis

Se refiere a la “suspensión en el tiempo”, entre el pasado infantil en el que ya no se puede estar y el desarrollo evolutivo que no se puede asumir, sumado a la imposibilidad de nombrar los estados afectivos, por lo que existe una dificultad para expresar verbalmente las emociones, siendo el síntoma su portavoz.

Aquellos duelos no resueltos

Por otra parte, tanto la anorexia como la bulimia pueden estar asociadas a experiencias individuales y familiares de pérdida y trauma. Los estudios que lo confirman se refieren a pérdidas, tanto reales como fantasmáticas o temidas, que tienen que ver con duelos no resueltos.

Es interesante también el dato relacionado con la inmigración a países occidentales. Se habla de la relevancia cuando no ha existido un adecuado proceso migratorio, es decir, cuando no se ha podido integrar la diversidad cultural. Cuando sí ha sido posible una suficiente adaptación e inclusión, es decir, cuando se ha podido acceder al uso del idioma y a la libertad de elegir usos, formas de vestir, alimentación, amigos, etc., los riesgos relacionados con la anorexia, la bulimia y otros trastornos de la alimentación, disminuyen radicalmente. 

Prevención y Psicoterapia en casos de Anorexia y Bulimia

Se hace necesaria una labor educativa a varias bandas, entre el presente y el futuro, adentro y afuera de todos los sistemas relacionales, donde los adultos protejan con flexibilidad las exploraciones de los y las adolescentes combinando con creatividad las exigencias de dependencia y autonomía, readaptando el mundo familiar interior y facilitándoles el acceso al mundo externo. 

La idea es que no se atasque el desarrollo, entonces no se adelanta demasiado limitándose a explicar paso a paso lo que hay que comer de Lunes a Domingo, reforzando o castigando “según se comporte la niña”. Al menos esto no es lo que se hace en una consulta de Psicoterapia Caracteroanalítica.

Como decíamos antes, se entiende que estos síntomas reflejan un lenguaje del cuerpo, metáforas del malestar individual, relacional y social que funcionan como sustitutos de la expresión natural, dada la dificultad de dar acceso a la palabra o a la expresión directa de emociones dolorosas, incluso insoportables. Y este lenguaje hay que traducirlo para liberar al cuerpo de tanta carga. 

Esta es la función de una Psicoterapia en casos de trastornos alimenticios como la anorexia o la bulimia. Encontrar esos lenguajes, ayudar a liberar ese cuerpo atrapado en lo no dicho. Apoyar a las familias en la comprensión de los procesos, desatando poco a poco los nudos que tanto aprietan hasta bloquear la evolución, no solo de la persona que presenta el síntoma sino de todos los miembros del sistema. 

Por último, son necesarios equipos interdisciplinarios para abordar las diferentes áreas de atención que requieren las personas y las familias con casos de anorexia y/o bulimia. Y en la medida en que los profesionales seamos capaces de trabajar juntos, mejor podremos responder a las necesidades de quienes solicitan nuestra ayuda.


Nota: Para la elaboración de una parte de este artículo me he apoyado en la lectura del libro: El tiempo congelado. Anorexia y bulimia entre individuo, familia y sociedad, coordinado por Luigi Onnis (Ed. Gedisa, Barcelona, 2016). Si deseas profundizar en el tema te sugiero acceder a su lectura. En la Biblioteca de este blog encontrarás la referencia de estas y otras publicaciones de interés.

Gracias por compartir este artículo

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