Parálisis por análisis: entre bucles y bloqueos

La parálisis por análisis es lo que nos pasa cuando le damos vueltas y vueltas a la cabeza hasta saturarnos de tal manera que no podemos concretar nada. Es un estado mental —por supuesto, con su correspondencia a nivel corporal– ante el exceso de opciones disponibles a la hora de tener que elegir una vía de acción.

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Imagen: Ty Griffin

¿Sobre qué escribir? Hay tantas ideas removiéndose en mi interior, como queriendo ser elegidas y así salir a la luz, argumentando su necesidad de inmediatez para ganarle el pulso al poco tiempo con el que cuento últimamente para dedicar al juego de las letras.

«Una a una», les digo… «No es obligatorio»… «Los seguidores del blog comprenden mis ausencias». Pero las ideas siguen seduciéndome, tentándome y ya hartas de no ser atendidas como merecen, parecen agotar el último cartucho atosigándome con ese fastidioso: «tienes que hacerlo».

Al borde de experimentar una parálisis por análisis, me salvan la rebeldía que me caracteriza y los años de terapia que me han permitido hacer conscientes las tendencias de mi carácter, protegiéndome de tan molestos mandatos. Entonces, ahora sí puedo sentir las ganas, el placer, la necesidad de escribir esta entrada para el blog, y como por arte de magia aparece el tiempo disponible para dedicarme a ello.

En este último intento de mis ideas agolpándose entre ellas para verse reflejadas en un escrito, me llegó el recuerdo de tantas personas que me han hablado recientemente de su incapacidad para llevar a cabo sus proyectos, debido a que tomar decisiones les resulta muy difícil. ¿El motivo? Múltiples opciones, excesiva información, demasiado análisis.

Sobre decidir e incluso sobre no-decidir he escrito varias veces en este blog. Pero hoy me interesa especialmente una reacción cada vez más frecuente, llamada «parálisis por análisis» o también «bloqueo por indecisión».

En estos tiempos, cuando hay tantas alternativas a nuestro alcance, desde infinita información para elaborar un trabajo hasta opciones sin límite para encontrar una pareja «hecha a medida», pasando por cientos de menús posibles para una cena, lugares por visitar, hoteles y un sinfín de artículos para comprar, no es extraño que acabemos bloqueándonos. Adolecemos de una especie de bulimia cognitiva que nos lleva hasta el atracón y que no nos deja un solo espacio para sentir el vacío y mucho menos para descubrir lo que necesitamos, deseamos y finalmente elegimos.

¿Qué es la parálisis por análisis?

No es un asunto nuevo. Se ha hablado de la parálisis por análisis desde hace siglos y no solo en el terreno de la psicología, sino también de la filosofía, la política, el mundo empresarial, el ámbito educativo, etc.

La parálisis por análisis es lo que nos pasa cuando le damos vueltas y vueltas a la cabeza hasta saturarnos de tal manera que no podemos concretar nada. Es un estado mental —por supuesto, con su correspondencia a nivel corporal– ante el exceso de opciones disponibles a la hora de tener que elegir una vía de acción.

Imagina, por ejemplo, esta situación:

Suena el despertador… lo has configurado para que emita un sonido suave, que vaya aumentando el volumen progresivamente y que te dé tiempo para salir de tu sueño profundo, sin violencia. Es lo que tienen los móviles, que te dan un montón de opciones, todas personalizables.

Recuerdas ese día, cuando entre unas treinta posibilidades elegiste este teléfono. ¡Cuánto tiempo te costó la decisión! Casi no lo logras. Entre el color de uno, las funciones del otro, los precios y las últimas tendencias (que cambian cada semana), la elección acabó siendo de lo más trascendental.

Llegaste a sentir ansiedad, te descubriste incapaz de decidir. Y deseaste que no existieran los móviles, porque así no habría nada que pensar.

Existen los móviles, los ordenadores, los relojes inteligentes, las tablets (y por suerte para algunos, aún algo se puede leer en papel) y también existe la infinita cantidad de contenidos a los que –gracias a ellos– podemos acceder.

¿Por dónde empezar? ¿Por las noticias del día, las series que recién salieron en Netflix, lo que dicen los demás sobre el mismo dolor de cabeza o de barriga, los chats de WhatsApp, las publicaciones en las redes, el último grito de la moda en revistas de belleza, los nuevos videos sobre cómo ganar dinero, ser feliz, tener éxito y subir la autoestima, o, para no tener que trabajar tanto, la lista de preguntas para IA, esa «chica tan lista» que siempre responde, desde lo que hay que comer hasta donde encontrar el dato más buscado en la oficina?

Te habrá pasado, seguramente, encontrarte al final del día con la sensación de no haber hecho nada productivo, de haber dado vueltas alrededor de un carrusel de alternativas y de tener pendiente justamente lo que te hubiera gustado completar en esta jornada.

Porque son muchas opciones, demasiadas para un único cerebro. Cuando no podemos acotar la cantidad de informaciones que recibimos, es muy fácil caer en ese estado de bloqueo tan frustrante, que incluso puede llegar a afectar nuestro estado de ánimo y también nuestra autopercepción, haciéndonos ver como poquita cosa, poco fiables y hasta impostores. Es como un auto-burnout fruto de la intoxicación por el exceso de informacion.

¿Por qué esta tendencia a analizarlo todo?

Obviamente, cuando accedemos a cualquier información para decidir una u otra alternativa, buscamos satisfacer nuestras necesidades. Queremos que el proyecto nos salga bien, que la compra sea acertada, recibir aprobación o minimizar un conflicto. Hasta ahí podríamos decir que llevamos las riendas en el proceso de elección. Las perdemos cuando la cantidad de informaciones que recogemos toman el timón, despojándonos de toda capacidad de discernir lo que nos interesa y lo que no.

No hay un único motivo por el que esto nos sucede. Me gustaría resaltar tres, que desde mi punto de vista resultan fundamentales y se alimentan entre ellos:

💧 La sobreinformación. Es el motivo más evidente. Aunque no queramos, aunque no busquemos y por más interesante que sea, en nuestra sociedad actual el exceso de información y, con este, la abundancia de estímulos es el pan de cada día. Cuesta, de verdad, ignorarla, a no ser que se vaya uno a la cima de una montaña donde no haya una constante invasión de todo lo que existe y lo que no, ya sea físico o virtual, concreto, complejo, comercial, cultural, social, educativo, político, artístico, gracioso o intelectual.

💧 La presión por el éxito. O mejor, lo que algunos llaman «éxito» desde un entorno de competitividad que exige resultados más que perfectos, productividad más que humana y muy, pero muy poca tolerancia a la frustración. A partir de estos criterios, distractores de lo mas fundamental, nos colocamos en una posición menos crítica y por lo tanto más vulnerable a las manipulaciones.

💧 El carácter. Porque somos también nuestra historia y a través de esta hemos ido construyendo ciertas maneras de lidiar con las situaciones que se nos presentan en la vida. Y si, por ejemplo, los rasgos obsesivos o masoquistas del carácter predominan, pues «nada mejor» que la sobreinformación para entrar en un interminable bucle de análisis sobre las diferentes alternativas para todo, sin poder llegar nunca a nada.

Cada quien tendrá que descubrir los motivos de la parálisis por exceso de análisis en sus vidas, a partir de sus condiciones particulares, tanto históricas como actuales. Para conocer estos motivos podemos empezar por preguntarnos, por ejemplo, si el miedo a equivocarnos, las resistencias a encontrarnos con conflictos —ya sean internos o externos— o la ansiedad ante lo desconocido pueden habernos llevado al bloqueo por exceso de análisis.

Estancarnos en el terreno de las ideas puede enganchar. Al fin y al cabo, mientras permanezcamos en el bucle nada va a pasar. Hasta que no actuamos no nos comprometemos, no ponemos huella, no firmamos nada, y quedarnos buceando en la mente no supone ninguna consecuencia más evidente que la de acabar en un estado de agotamiento, ansiedad y otros síntomas de malestar psicológico, físico y psicosomático.

Claro que no deberíamos sentirnos así. Pero… ¿Cómo evitarlo? ¿Mirando consejos en las redes? ¿Preguntándole a IA? ¿Leyendo libros, oyendo podcasts y viendo videos de influencers? ¿Analizando, analizando y analizando? Si esa es tu opción, prepara litros de café para tu próximo trayecto en la espiral mental, rumbo a la parálisis por análisis.

Si prefieres ahorrar algo de tiempo, aquí tienes un breve resumen: organízate, ve paso a paso, planéate objetivos, define plazos, limita la cantidad de opciones, piensa que «hecho es mejor que perfecto».

Es posible que con esto ya lo tengas arreglado. Pero… ¿Y si no? A veces las cosas son un poquito más complejas… ¡Y más emocionantes! Porque, al menos en lo que respecta al componente psicológico implicado en la parálisis por análisis, las soluciones se encuentran muy lejos de retos y consejos generalizados.

Trabajemos, de verdad, para resolver lo que nos causa tanto bloqueo. Atrevámonos a descubrir, despertemos esa mente crítica, recuperemos el contacto con nuestro cuerpo, tomemos consciencia… hagámonos cargo de nuestra propia existencia.

¡Porque estar mejor sí es posible!

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